Un nuevo documental reconstruye la ocupación de 1968 y su peso sobre la sociedad checoslovaca
Cuatro horas de imágenes nunca antes vistas de la llegada de las tropas del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia incitaron a Jan Šikl a crear el nuevo documental ‘Reconstrucción de la Ocupación’. Más que los propios hechos, la obra explora el impacto de los eventos en el alma de la sociedad checoslovaca.
Jan Šikl tenía once años cuando las tropas del Pacto de Varsovia entraron en Praga el 21 de agosto de 1968. Su familia vivía en Vinohrady y ese miércoles su madre lo llevó a pasear por el barrio antes de salir a la casa de campo que acababan de comprar. Fue entonces cuando vieron los tanques en los alrededores del edificio de la Radio Checoslovaca.
Son imágenes que Šikl volvió a ver numerosas veces, ya que los eventos de ese día forman parte de la historia moderna de Chequia. Pero no se imaginaba que unos cincuenta años después estrenaría su propio documental sobre el tema en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary.
Todo empieza cuando su amigo, el actor Marek Petrů, se acuerda de que tiene en el garaje una caja con varias cintas, supuestamente de 1968. Las cintas llevaban cogiendo polvo desde hacía más de diez años y Petrů tampoco tiene muy claro cómo llegaron hasta él. Lo que sí sabía es que le estorbaban, por lo que se las dio a Šikl, quien lleva coleccionando cintas históricas desde hace varios años.
Šikl descubrió entonces que las imágenes habían sido tomadas con una cámara de 35 milímetros, algo poco común entre la población de entonces, y se puso a estudiarlas, según contó para la Radio Praga Internacional.
“Digitalicé todo el material y me puse a compararlo con otras imágenes de estudios profesionales, los de Barrandov y de Krátký Film. Eran las únicas dos instituciones estatales que contaban con el equipamiento necesario, la ley no permitía que otros tuvieran este tipo de cámaras. No podía creer que consiguiera cuatro horas de material nunca antes visto. Pero terminamos descubriendo que, efectivamente, se trataba de imágenes completamente nuevas”.
Personas saliendo de sus casas para mirar los tanques que pasaban, coches que le daban prioridad a las interminables columnas de vehículos militares, manifestantes que intentaban destruir tanques e insultaban a los soldados y personas con carteles que decían ‘¡Ayer queridos, hoy asesinos!’, refiriéndose a la traición de la Unión Soviética. Otros intentaban levantar a la población avisando de que perder la libertad significaba perder la humanidad o llamaban a las autoridades a que defendieran a la nación.
El documental de Jan Šikl cuenta historias personales. Inicialmente, el cineasta planeaba enfocar su película hacia la investigación de los autores de las imágenes, pero terminó tomando otro rumbo. Cuando confirmó que las grabaciones eran únicas, las compartió con el público e invitó a que lo contactaran todos los que se reconocieran en las imágenes o lograran identificar en ellas a otras personas.
Šikl se vio inundado de reacciones, más de mil personas lo contactaron con información. No obstante, el documentalista no buscaba solo a quienes tuvieran algún vínculo con las imágenes. Los futuros protagonistas necesitaban ofrecer algo más, según cuenta.
“Otro criterio fue que las personas fueran capaces de ofrecer cierta emoción o reflexión al respecto. Eso fue clave. Soy consciente de que sobre los eventos de 1968 ya se ha dicho todo, es imposible ofrecer nueva información que resulte sorprendente. Lo que tiene sentido es seguir profundizando en cómo los eventos transformaron las vidas de las personas”.
También una de las productoras del documental, Zuzana Mistríková, resaltó en un debate organizado por la Televisión Checa la capacidad de la película de acercar los eventos de 1968 e ir más allá de los puros hechos.
“A medida que el material se desarrollaba bajo las manos del director y el equipo, estaba claro que la película no sería única solo por sus testimonios o su capacidad de comunicar con los espectadores mediante imágenes excepcionales. Destaca por presentar vivencias de diferentes personas, porque estas identifican para el público la historia con emociones y experiencias reales”.
Las emociones se filtran en la película. Según cuenta Šikl, hubo personas que se resignaron ante la magnitud de los eventos y rápidamente se adaptaron a la nueva normalidad bajo la mano dura del socialismo. Uno de los protagonistas cuenta cómo, pese a sus convicciones, entró en el Partido Comunista para poder quedarse en su trabajo y seguir manteniendo a su familia. Otro relata que tenía que trabajar, por lo que no miraba quiénes eran los que le encargaba los pedidos. Por otra parte, el documental de Šikl recuenta las experiencias de quienes querían luchar, quienes sentían y sienten hasta el día de hoy que la nación checoslovaca debería haber hecho más.
Han pasado 53 años desde los eventos de ese 21 de agosto pero Šikl afirma que la memoria sigue viva en los testigos de la invasión y que las emociones salen fácilmente a la superficie.
“Con solo un pequeño incentivo empiezan a hablar de ello y se nota que aún están llenos de emociones. Y cuanto peor es la experiencia, más necesidad tienen de compartirla. Es prueba de que las emociones penetraron en toda la generación que vivió los eventos y también la siguiente. Incluso yo, que tenía once años, siento que 1968 ha marcado mi vida. Las personas están dispuestas a contar sus experiencias y quieren gritar al mundo su perspectiva y su verdad. Y yo lo entiendo, porque muchos sienten la injusticia hasta hoy, sobre todo los que perdieron a alguien”.
Además de compartir las experiencias personales de los que vivieron la invasión, los realizadores de ‘Reconstrucción de la Ocupación’ observan paralelismos entra la situación de entonces y lo que se vive en Chequia y Eslovaquia en estos momentos. El documental sirve de recordatorio de lo rápido que pueden cambiar las cosas y lo fácil que es para algunos dejarse llevar, afirma Zuzana Mistríková.
“El documental no solo reconstruye la ocupación, sino también lo que sucedió en los días y meses que siguieron. Demuestra la manera de cómo la sociedad de entonces y la sociedad de hoy nos logramos adaptar a situaciones que a lo mejor seis meses antes la mayoría consideraría amorales o inaceptables. Es un tema muy actual y la mezcla de información y emociones que preparó Jan Šikl en su documental es muy valiosa”.
Šikl terminó descubriendo en parte la identidad de los autores de las imágenes que comparte en su documental. Mientras que en los días de la invasión todos los que tenían una cámara salían a documentar la llegada de las tropas y la resistencia con la que se encontraron en las calles, pocos tenían acceso a cámaras profesionales. No solo eso, sino también imágenes de espacios a los que sería difícil acceder para el público, sugieren que las cintas fueron grabadas por militares.
El documental es aún más valioso, según sus realizadores, porque va más allá de Praga. Muestra también otras ciudades checas y eslovacas que vivieron lo que Šikl llama una de las volteretas del siglo XX. Según afirma, son estas volteretas las que definen a la sociedad y determinan su carácter durante mucho tiempo. Y esa es la misión de ‘Reconstrucción de la Ocupación’, enseñar las huellas que ha dejado en los checos y eslovacos aquel 1968.