Ruinas del castillo Rabstejn, dominante de la ciudad de Rabstejn nad Strelou, la más pequeña de Europa Central

Radio Praga les invita ahora a visitar imaginariamente las ruinas del castillo Rabstejn, en Bohemia Occidental, dominante de la ciudad de Rabstejn nad Strelou, la más pequeña de Europa Central.

En un promontorio rocoso del río Strela, a unos kilómetros de la metrópoli de Bohemia Occidental, Pilsen, se elevan las ruinas del castillo gótico de Rabstejn, palabra que proviene del alemán y significa la "Piedra del Cuervo". Según una leyenda, en su lugar se extendían en tiempos remotos profundos bosques a los que iba de cacería un príncipe poderoso. Durante una de sus cacerías, el príncipe mandó a su séquito bajar de sus monturas y reposar en un lugar pintoresco del valle del río Strela.

El ruido espantó a un enorme cuervo que levantó vuelo hacia cielo, perseguido por el halcón del príncipe. Cuando el halcón descuartizó al cuervo, lo que los cazadores encontraron en sus vísceras, les dejó asombrados: gran piedra preciosa, tan brillante y bella como nunca habían visto antes. Poco después se acercó al príncipe un forastero que por su extrano vestido parecía un mago o un sabio.

El forastero explicó al príncipe que la piedra era suya y que desde hacía ya mucho tiempo trataba de capturar al cuervo que se la había robado. "La piedra tiene un poder mágico que solamente yo sé utilizar. Si me la devuelves, te recompensaré generosamente", dijo y el príncipe lo creyó.

Teniendo ya la piedra, el forastero pronunció una fórmula mágica y, de repente, el cielo se nubló y cayó la noche. Cuando el cielo se despejó, el príncipe y su séquito vieron en el promontorio rocoso un precioso castillo al que pusieron el nombre de Rabstejn, o sea la "Piedra del Cuervo". Hasta aquí la leyenda, pero la realidad es muy distinta.

La verdad es que en el lugar del castillo había desde principios del siglo XIII una fortaleza, construida en una importante ruta comercial que en el Medioevo unía Praga con la parte occidental del Reino de Bohemia y, más allá, con el Sacro Imperio Romano-germánico.

Todas las caravanas tenían que cruzar un puente de piedra, uno de los puntos neurálgicos de la ruta, situado al pie del promontorio. Dicho puente es el más antiguo de Bohemia Occidental y algunos historiadores sostienen que es más antiguo que el Puente de Carlos, de Praga.

En la primera mitad del siglo XIV, el propietario de la fortaleza, el noble Oldrich Pluh de Rabstejn, uno de los gentileshombres del rey bohemio, Juan de Luxemburgo, la reconstruyó como castillo. Ya por aquél entonces existía al pie de la fortaleza una aldea que llevaba el nombre de Rabstejn y a la que el rey Juan de Luxemburgo otorgó, en 1337, los fueros reales de ciudad medieval.

Desde entonces, Rabstejn sigue siendo la ciudad más pequena de Europa Central: en el siglo XIX tenía tan sólo 92 casas con 500 habitantes y, en la actualidad, el número de vecinos no sobrepasa los treinta. Al principio, la ciudad de Rabstejn la formaron tres pequeños castillos unidos entre sí y con el castillo situado en el promontorio mediante una red de pasadizos subterráneos.

Como los hijos del fundador del castillo de Rabstejn se insurgieron, en 1357, contra el emperador romano-germánico y rey bohemio, Carlos IV, éste los expropió y el castillo pasó a propiedad de la Casa Real. Y precisamente por ahí empieza el período de florecimiento para la ciudad, ya que Carlos IV solía pernoctar en el castillo cuando cazaba en los bosques que lo rodeaban.

Fue ese soberano checo quien se dio cuenta de la buena calidad de la pizarra que se encontraba en las cercanías de Rabstejn y quien hizo abrir varias minas. La pizarra que empezó a extraerse, fue utilizada para la construcción del castillo de Karlstejn, la Catedral de San Vito del Castillo de Praga o la Torre de la Pólvora, de la capital checa.

Otra fuente de la riqueza de la ciudad fueron las numerosas fundiciones de cristal en las que se producía vidrio plano. No es de extranar que Rabstejn haya sido una cantera de pintores populares, ya que sus habitantes utilizaban los desechos de las fundiciones como placas en las que plasmaban a sus santos preferidos.

También el río Strela, rico en salmones y lucios, daba sustento a la ciudad, al igual que los numerosos molinos que se construyeron en sus orillas. Además, Rabstejn se puede enorgullecer con una verdadera curiosidad: probablemente sea la única ciudad de las tierras de la antigua Corona Checa en la que surgió, en la Edad Media, el Gremio de Pintores de Naipes.

Los años pasaron y el castillo Rabstejn ya nunca vivió un auge semejante al experimentado durante el reinado de Carlos IV, con excepción del reinado de Ladislao II Jagellon que se mostró muy generoso con la ciudad, otorgándole, en 1514, una serie de importantes privilegios. El castillo cambió en los siglos siguientes varias veces de dueno, y los nuevos duenos ya no prestaron mucha atención a su conservación.

Con el correr del tiempo, Rabstejn sufrió graves deterioros y la Guerra de los Treinta Años, del siglo XVII, lo redujo a escombros. En 1665 adquirieron el feudo los condes de Pötting. Un año más tarde, el conde Jan Sebastián construyó en las cercanías del castillo un monasterio en el que se ubicó la Orden de los Servitas. Hoy en día, este antiguo monasterio funciona como un hotel.

En vez de reconstruir el castillo, el hijo de Jan Sebastián, Frantisek Karel, optó, en 1705, por construir a su lado un cómodo palacio barroco que convenía más al nuevo estilo de vida de aquella época que un austero castillo gótico. En la sala principal del palacio, Frantisek Karel mandó pintar frescos que representan los rangos que obtuvo cuando se desempenaba como embajador de la Monarquía de los Habsburgos en Venecia.

En el centro de la bóveda, genios portan las insignias de la Orden de Toisón de Oro que el conde Frantisek Karel recibió de manos del rey de España, Felipe IV. En la parte inferior de la bóveda están plasmadas imágenes de su carrera, tales como su participación en las nupcias de la infanta española Margarita Teresa.

En 1766, los sucesores del conde Frantisek Karel de Pötting construyeron en la parte meridional del palacio una iglesia en estilo barroco tardío, cuyo altar está decorado con una verdadera joya: un cuadro de Petr Brandl, genio de la pintura barroca checa.

Hoy en día, la ciudad de Rabstejn y sus alrededores, famosos por profundos bosques y altas agujas rocosas, sirven una zona de recreo, sobre todo para los habitantes de Praga y Pilsen. La ciudad misma es una muestra excepcional de la arquitectura popular, integrada por pintorescas casitas con techos de pizarra. Los turistas que visiten las ruinas del castillo, pueden soñar allí con su marchitada belleza, dando rienda suelta a la imaginación, ya que el lugar despierta en sus visitantes sentimientos románticos y melancólicos.

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