¡Un aplauso para el asador!
Un amigo lo puso en contacto con una pareja europea que planeaba abrir una parrilla latinoamericana en Praga. Luego de un mes de videollamadas y mucha introspección, Diego Joubert Cáceres aceptó la propuesta de convertirse en el parrillero de un restaurant praguense sin ni siquiera conocer a sus dueños y, mucho menos, esa ciudad misteriosa que enseguida lo atrajo con su magia.
Diego Joubert Cáceres calcula que, en este momento, hay en Chequia alrededor de treinta y cinco paraguayos que vinieron, sobre todo, a estudiar. Asegura que él es el primero de sus compatriotas en llegar al país por trabajo, tras aceptar, como quien se lanza a una cita a ciegas, la propuesta laboral de una pareja de emprendedores gastronómicos. A él le gusta decir que se tiró a la pileta para explicar la decisión que tomó de instalarse en Praga hace ya cuatro años, en el que fue nada menos que su primer viaje a Europa.
“Hice las videollamadas en febrero del 2019 y en marzo de ese mismo año ya estaba en Praga”.
“Yo soy de Encarnación, de Paraguay, y ahí tenía una empresa con la que me dedicaba al rubro gastronómico y obviamente nuestra especialidad eran las carnes y un amigo me comenta de gente que vivió en Paraguay, él checo y ella italiana, que se conocieron en Paraguay, donde tuvieron una nena, deciden regresar a Europa, a Praga, para tener un restaurante estilo sudamericano. Y fue así que me llega el contacto, después hago videollamadas con ellos en febrero del 2019 y en marzo de ese mismo año ya estaba en Praga”.
Diego Joubert Cáceres concluye diciendo que fue así de rápido, y eso significa en total un mes. Reconoce que si bien estaba un poco nervioso en las videollamadas porque tenía la sensación de que se estaba jugando un poco el futuro, el hecho de que los dueños del restaurante hablaran tan bien español porque habían vivido tres años en Paraguay y ocho en Argentina, lo ayudó a relajarse y se dio cuenta de que la propuesta era demasiado tentadora, aun cuando tampoco se encontraba a disgusto en Encarnación.
“No me estaba yendo mal, pero fue una de esas cosas que surgen en el momento y uno dice, bueno, es Europa y si eres soltero y no tienes responsabilidades de un hijo, tengo que ir allá y conocer… yo pensaba que me iba a ir bien, pero uno estaba siempre con ese temor, ¿verdad?”.
Ahora que tiene un poco más de tiempo para pensar cómo se fueron dando las cosas, Joubert Cáceres recuerda que, a la tercer videollamada, les comunicó a sus futuros empleadores que ya tenía los pasajes. Sin embargo, la convicción de que debía aceptar esa propuesta la tuvo incluso antes, aunque tardó un poco en animarse a contarle la noticia a sus padres.
“Entonces, un día que recuerdo muy bien, un martes, a las cinco o seis de la mañana papá siempre toma el mate, y escuché que estaba ahí y yo no podía dormir porque estaba con todo eso en la cabeza. Entonces, me levanté y preparé otro mate y él, que estaba sentado mirando las noticias en la tele, ve que me siento a su lado con otro mate y me preguntó por qué había hecho otro mate y, bueno, ahí se lo dije. Y él se sorprendió y me dijo que era mi vida. ‘Si estás dispuesto a hacerlo, es tu vida. Ahora con la que vas a tener que hablar es con tu mamá, porque ella no sé cómo lo va a tomar’”.
Al día siguiente tuvo que hacerlo y, si bien asegura que tanto su madre como su padre lo apoyaron, sí tuvo que tratar de sacarles el temor de que aceptara una oferta de trabajo sin conocer en persona a quienes se lo estaban dando.
“Más porque la relación que tengo con mis padres es muy estrecha, o sea, después cuando se lo conté a mis amigos me preguntaron por la reacción de mis padres, porque la relación que tengo con ellos es muy estrecha: disfrutamos siempre, los domingos es día de asado en familia, miramos los partidos de fútbol de Argentina”.
Si bien la liga paraguaya es competitiva, aclara Diego Joubert Cáceres que el hecho de estar muy cerca de la frontera y también el tener familia argentina en Posadas, Misiones, hizo que su padre fuera, sobre todo, fanático del club argentino Boca Juniors.
Praga mágica
Joubert Cáceres recuerda que el gran viaje a Praga fue, en realidad, desde Asunción hasta Madrid, y hasta ahí no tuvo ningún problema. Pero ya en el vuelo de Madrid a Praga cuenta que se sintió un poco apabullado por la cantidad de idiomas que de repente empezaba a escuchar, algo que, en ese entonces, no había notado más que en las películas.
“Escuchas francés, inglés, por ahí algo de español, escuchas obviamente el checo, que no lo conocía, y se te mezclaba un poco eso, y después al llegar a Praga era algo totalmente nuevo, yo creo que recién ahí fue que caí y me pareció que lo había logrado”.
Como la inauguración del restaurante El Asador era el 4 de abril, Diego decidió llegar el 21 de marzo para tener unos días de aclimatación: adaptarse a la ciudad y conocer el transporte público. Con sus empleadores se entendieron rápidamente y recuerda que incluso hicieron algunos chistes para romper el hielo. También les cocinó algunos platos para empezar a mostrar su talento, en los cuales nunca faltaba la famosa salsa de chimichurri. Ellos le habían alquilado un apartamento cerca del restaurante que queda justo en el límite de Praga, hasta que, luego de unos días, se mudó a su actual vivienda, justo arriba del local. Y si bien, por supuesto, había también momentos de tensión e incertidumbre porque todo era nuevo, hubo una extraña coincidencia que le hizo pensar que Praga tenía algo mágico que, de algún modo, lo hacía sentir que estaba en el lugar correcto.
“A mí me pasó algo también en el avión de Madrid a Praga, donde conocí a unos estudiantes españoles que venían por Erasmus, y cuando fuimos con el dueño del restaurante al apartamento en el que me quedé los primeros quince días, la gente que conocí en el avión estaba también allá y se pusieron a saludarme a lo grande, y la persona con la que vengo a trabajar, tuvo que pensar: ‘¿Cómo puede ser? Recién llegó a Praga y ya le hablan así, ¿de dónde viene este? Hace diez minutos que está en Praga, ¿cómo puede ser que lo conozcan?’ Entonces, con ese grupo que estuvo unos seis meses me empecé a relacionar porque hicimos una amistad que surgió en el avión y se mantiene hasta ahora”.
“Praga siempre me recuerda a los cuentitos que mi abuela me contaba de chico”.
Lo increíble es que si bien habían hablado mucho en el avión compartiendo bromas y algunas cervezas, al llegar al aeropuerto ni siquiera llegaron a intercambiarse sus números de teléfono, por lo que al verse después en el check-in de ese apartamento, que encima quedaba en Chodov, muy lejos del centro de Praga, la sorpresa y la alegría de ambas partes fue enorme. De alguna forma, esa extraña coincidencia le dio la certeza de que todo se iba a ir encaminando.
“Praga siempre me recuerda a los cuentitos que mi abuela me contaba de chico, eran así, yo me imaginaba eso y el hecho de estar ahora acá me trae mucho esos recuerdos, cuando uno se pone un poco melancólico Praga es así y te trae esos recuerdos de tu infancia, porque cuando uno tiene una infancia feliz, entonces eso también ayuda mucho”.
Al día de hoy, cuando a El Asador llegan clientes que hablan español, Diego Joubert Cáceres suele atenderlos y quedarse hablando con ellos, aunque enseguida aclara que su lugar es siempre en el grill, ya que su pasión es cocinar al fuego tanto las carnes como los vegetales. También recuerda que desde muy joven se puso a aprender los nombres de los distintos cortes de carne en otros idiomas porque, de algún modo, intuía que alguna vez trabajaría en otro lugar del mundo. Hoy, puede decir que su pasión lo llevó nada menos que a Praga y le debe semejante experiencia a ese conocimiento que aprendió directamente de su padre y que, por más lejos que esté, ya no va a olvidar jamás.
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