Cómo acabar de una vez por todas con la procrastinación
Luego de estar en contacto con la muerte, Petr Ludwig decidió empezar a vivir al máximo y entonces escribió un libro tan simple como revelador que, con consejos prácticos y buenas ideas, intenta mejorar la calidad de vida de la gente y, sobre todo, brindar armas efectivas contra ese fenómeno tan presente en la actualidad que consiste, básicamente, en dejar para mañana lo que podemos hacer hoy.
A veces la mejor forma de valorar lo que se tiene es estar a punto de perderlo. Eso fue precisamente lo que le pasó a Petr Ludwig respecto al tiempo, quizás el bien más valioso de la existencia. Mientras hacía deporte tuvo una parálisis cerebral que lo dejó al borde de la muerte y, si bien lentamente se fue recuperando, decidió que la experiencia debía dejarle una enseñanza y, sobre todo, un objetivo: morir cuando llegue el día con la certeza de haber vivido al máximo. Con esa idea en mente escribió Konec prokrastinace (El fin de la procrastinación), un éxito absoluto de la editorial Jan Melvil que, desde su publicación original en 2013, se tradujo a casi veinte idiomas incluyendo japonés y portugués, y que pronto estará disponible también en chino y español.
“Para mí es una especie de milagro porque cuando escribía el libro mi editor me dijo que sería exitoso vender entre 5000 y 10 000 copias, y ahora llegamos a vender más de 150 000 ejemplares en República Checa, mientras que, en total, nos estamos acercando al medio millón de copias vendidas”.
Si bien en su libro Ludwig afirma que el camino es siempre más importante que el resultado, reconoce que semejante éxito cambió su vida a varios niveles: sobre todo, porque, tres años atrás, se mudó a Nueva York con el objetivo de apoyar la circulación del libro en el mercado estadounidense. Convencido cada vez más de que la lucha contra la procrastinación es uno de los temas fundamentales de estos tiempos, Ludwig brinda talleres, entrevistas y asesoramiento empresarial, algo que en verdad ya venía haciendo en menor escala antes de publicar su libro.
“Había tenido algunos eventos y talleres sobre procrastinación, al principio para estudiantes universitarios y luego para algunas empresas pequeñas. Entonces, mi editor me contactó y me propuso escribir un libro sobre el tema y yo le dije que sí. Pero iba a ser doblemente doloroso procrastinar un libro sobre la procrastinación y es un poco gracioso, pero tuve que usar todas mis técnicas y herramientas para mí, así que el libro es muy práctico: tiene todas las herramientas que yo mismo tuve que usar porque también tuve problemas con la procrastinación”.
Algunas de esas herramientas son reconocer nuestras virtudes, pero también nuestros defectos, escribir con claridad los propósitos que tenemos en la vida y los logros que hasta el momento más nos enorgullecen, y mejorar la disciplina en base a la motivación. Pero, al mismo tiempo, el libro va desarrollando algunas precisiones y datos interesantes como que, por ejemplo, el malestar de la procrastinación ya aparecía en un texto tan antiguo como Los trabajos y los días de Hesíodo. Ludwig explica que en la Antigua Grecia existía este fenómeno, pero era un poco diferente porque los grandes distractores de nuestra época como son, por ejemplo, YouTube, Facebook y los teléfonos inteligentes, parecen incrementar más y más los problemas de atención.
“Es un problema de la sociedad de hoy porque tenemos un lapso de atención muy breve y hoy concentrarse en algo durante media hora es casi imposible porque hay siempre una nueva distracción: algo vibra, recibes un nuevo email, una notificación; es decir, creo que el problema empeora con estos inventos que fueron creados para mejorar nuestra productividad, pero en verdad sabemos que no es así”.
De hecho, en lo que respecta, por ejemplo, al uso de redes sociales él mismo asegura que tuvo que aprender a controlarse. El gran objetivo, en su opinión, es limitarse a aprovechar lo que esas herramientas tienen de útil y evitar lo que, tal vez, sea lo más peligroso y hasta adictivo.
“Por supuesto, uso todas las redes, tengo como cinco: Twitter, Facebook, Instagram, YouTube, y ahora quiero empezar con TikTok, porque quiero difundir mi mensaje también entre las generaciones más jóvenes. Es casi una locura tener que manejarlas todas, pero aun pienso que se pueden utilizar en forma positiva: puedes derrochar el tiempo consumiéndolas o puedes crear algo”.
Ludwig considera que esa es la principal diferencia que uno debe tener en cuenta a la hora de pasar el tiempo con las redes sociales, pero aun así explica que él prefiere no usarlas más de dos o tres horas al día y encontrarse, en cambio, con las personas cara a cara porque de eso se trata también su trabajo. Por otro lado, advierte contra los peligros que, en términos de procrastinación, pueden significar los viajes y cambios de entorno. En ese sentido, él recomienda preguntarse con frecuencia si hay algún hábito que quizás podamos mejorar o, por el contrario, si existe algún mal hábito que sería interesante eliminar.
“Después de todo, se trata de la lucha por el tiempo de vida. La procrastinación está siempre ahí, esperando por ti, y puedes pasar dos meses perfectos haciendo todo lo que quieres, pero finalmente cambias algo del entorno o te vas a otro sitio y la procrastinación vuelve a aparecer otra vez, y entonces tienes que empezar de cero. Así es como funciona”.
De todos modos, Ludwig recomienda buscar cierto equilibrio y no pretender convertirnos en máquinas productivas. Incluso explica que, en determinadas ocasiones, ciertas dosis de pereza pueden venir muy bien, ya que ofrecen una forma de reinicio cuando estamos agotados. Sin embargo, aclara que es fundamental distinguir ese deseo de no hacer nada de lo que hoy conocemos como procrastinación.
“La principal diferencia es que si tienes pereza básicamente estás contento de no hacer nada, pero los procrastinadores quieren hacer algo, tienen sus objetivos, deseos y sueños en la vida, pero fracasan antes de empezar: quieren algo, pero son incapaces de empezar. Es decir, que la procrastinación siempre está conectada con emociones negativas y, si no te sientes mal, lo que tienes no es procrastinación, sino pura pereza”.
Entre los muchos mensajes que, a lo largo de estos años, Ludwig fue recibiendo de sus lectores recuerda siempre el de un joven que, a los dieciocho, mientras leía su libro en una residencia de estudiantes, se le ocurrió la idea de crear su propia empresa. Pero entonces se acercaron sus dos compañeros de habitación a ofrecerle algunas drogas y él realmente dudó si seguir leyendo o aceptar la invitación. Finalmente, optó por continuar con el libro y hoy es un exitoso empresario.