El cacique esquimal, Jan Welzl

Eskymo Jan Welzl
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"Eskymo Welzl", "Cacique esquimal", "Mojok Ojak", "Bismarck ártico", así apodaron al trotamundos checo procedente de la pequeña ciudad morava Zábreh na Morave, Jan Welzl. El viajero y explorador polar pasó treinta años de su vida en inhospitalarias regiones glaciales.

Eskymo Jan Welzl
Jan Welzl nació el 15 de agosto de 1868 en el territorio del entonces Imperio Austro-Húngaro. Tras aprender el oficio de cerrajero, se lanzó a su primera aventura viajera, dirigiéndose a pie a través de Viena al Mar Adriático y a los Balcanes para reunir experiencias, como era la costumbre de aquella época.

Luego de cumplir el servicio militar obligatorio - los tres peores años de su vida según recordó posteriormente, ya que se sintió bestialmente esclavizado - viajó por América, África y Europa hasta instalarse en Puerto Arturo, en Asia. Trabajó en los astilleros zarianos y construyó puentes en la gran vía siberiana. En el año 1894, en Irkutsk, llegó a la conclusión de que el único lugar en el mundo donde existe la libertad absoluta es el Norte ártico.

En primavera de 1895 Jan Welzl inició su larga peregrinación que duró casi cuatro años y durante la cual cruzó a pie toda Siberia. En julio de 1898 subió a un barco ballenero que después de terminar la temporada de caza lo llevó a las Islas de Nueva Siberia. Estas se convirtieron por los próximos casi treinta años en domicilio del aventurero checo.

Welzl excavó una cueva en una roca en la que estableció un taller y un almacén, un establo para sus renos y posteriormente perros, y también un retrete. Debido a sus habilidades y capacidades Welzl pasó a ser pronto una personalidad muy respetada tanto por los habitantes esquimales de la isla, como por los pobladores blancos.

Era cerrajero, médico, cartero, cazador, buscador de oro, ballenero y comerciante y fue elegido incluso cacique y juez supremo de la región. Welzl enriqueció, se convirtió en propietario del precioso barco Laura y copropietario de muchas balandras más pequeñas. Sus tiros de perros transportaban el pescado de todas las islas vecinas a los puertos y sus barcos cargaban los pieles para llevarlos a los grandes comercios en Alaska y más allá en EE.UU.

Pero en el año 1924 ocurrió una tragedia. La goleta Seven Sisters de Welzl, que se dirigía con mercancía a San Francisco, naufragó. La tripulación se salvó, no obstante, por Welzl empezaron a interesarse las autoridades estadounidenses. Le consideraron una persona muy sospechosa. Carecía de documentos personales, afirmaba proceder de una tal Zábreh en el imperio austríaco que ya no existía, y vivía en Nueva Siberia, territorio de la Unión Soviética. Así que lo extraditaron y lo mandaron de vuelta a Europa.

Sin recursos y sin documentos Jan Welzl acabó en Hamburgo y a sus 56 años de edad tuvo que empezar desde cero. Con ayuda del consulado checoslovaco entabló contacto epistolar con el escritor checo y redactor del periódico Lidové Noviny, Rudolf Tesnohlídek. En base a estas cartas, a veces difícilmente comprensibles ya que Welzl había olvidado mucho de su lengua materna, Tesnohlídek publicó el libro "Eskymo Welzl".

Las historias del cacique esquimal siempre despertaban gran interés, aunque muchos las consideraban puras fantasía. Welzl, un señor bondadoso con bigote y pancha redonda, no entendió los mapas y a veces afirmó cosas realmente fantásticas, por ejemplo, que había inventado un perpetum mobile y que la tierra en el Norte ártico estaba pegada al cielo.

Después de conseguir un poco de dinero, Jan Welzl viajó a Canadá, pero debido a que la vida le resultaba muy cara, regresó a Checoslovaquia. Después de una corta estancia en Praga, durante la cual se reunió con el presidente Masaryk, Welzl se aposentó en diciembre de 1928 en su natal Zábreh.

Pero tampoco en Moravia del Norte se sentía feliz. Derrochó sus ahorros y ganar dinero para el viaje de retorno a Nueva Siberia era imposible. Para ello no bastaba dar entrevistas y conferencias en las escuelas.

El periódico Lidové Noviny sacó a Welzl de esa situación sin salida. Los redactores Edvard Valenta y Bedrich Golombek lo invitaron a Brno, apuntaron con todos los detalles su narración publicándola en sus artículos y los libros "Treinta años en el Norte del oro" y "Tras las huellas de tesoros polares". Además organizaron ponencias públicas en las que Welzl pudo demostrar su extraordinario talento de narrador ... y reunir finanzas para regresar a su ansiado Norte.

A mediados de junio de 1929 Jan Welzl abandonó definitivamente su vieja patria. Sin embargo, nunca más logró alcanzar Nueva Siberia. Navegó una vez más por el río Yukon que desemboca en el estrecho de Bering, pero al final tuvo que quedarse en la ciudad canadiense de Dawson. Allí pasó el resto de su vida, sufriendo de escasez material, problemas de salud y no por último morriña de su hogar glacial. En el año 1948 "Eskymo Welzl" fue sepultado en el cementerio local.