Krakonoš, rey de la sierra de Krkonoše, castigaba a los codiciosos y fanfarrones
Esta vez nos desplazaremos en busca de leyendas checas a la frontera norte de Bohemia donde se alza la sierra de Krkonoše.El protagonista de nuestro relato será su poderoso rey sobrenatural, Krakonoš.
Demonio del viento, gigante que empuña una enorme maza cuyo movimiento es capaz de desencadenar un temporal de nieve que arrasa en pocos minutos una morada humana.....
Malicioso bromista que toma el pelo a los herbolarios...
Misterioso monje que desvía a los viajeros de su camino....
Fantasma sentado en la cumbre de Sněžka, el monte más alto de la sierra de Krkonoše....
Caballo salvaje o cuervo.
Las leyendas cuentan que éstas y muchas otras más eran las formas que tomaba el rey de Krkonoše, Krakonoš.
Él había llegado a Bohemia con un grupo de gigantes. Sus compañeros se marcharon pero Dios le permitió a Krakonoš quedarse bajo la condición de que en adelante cuidase de todos los buenos serranos.
Krakonoš protegía entonces a los justos y menesterosos pero solía castigar implacablemente a la gente codiciosa, mezquina y de mala leche, a los ladrones e impostores.
Embromaba a las personas para que se avergonzasen de sus ridículos defectos. Hizo una travesura también al guardabosques Vávra, un mentiroso incorregible y fanfarrón.Cuando un cazador o un guardabosques cuenta cosas inventadas sobre sus hazañas o aventuras ocurridas en el monte, los checos suelen decir que es el “latín del cazador”.
El guardabosques Vávra solía embaucar muy a menudo con el “latín del cazador”a los vecinos que visitaban la fonda de Maršov.
A Krakonoš no le gustaban los fanfarrones. Disfrazado de forastero entró en la fonda donde esperaba encontrar alguna oportunidad para castigar al guardabosques.
Vávra estaba sentado a la mesa y apurando una jarra de cerveza tras otra contaba a los vecinos que el peligro en el monte no provenía sólo de un lobo, un oso o un jabalí.
”También un tejón o una liebre enfurecida son capaces de atacar al hombre. ¡Hace poco tuve que enfrentarme a una gigantesca rana con cuernos!”
El zapatero del pueblo osó tímidamente poner en duda la veracidad del relato pero el guardabosques lo increpó y siguió soltando una sarta de mentiras sobre su presunta aventura.
”Iba yo con mi perro a un barranco en el monte y cuando nos estábamos abriendo camino por la nieve, saltó sobre mí una rana diez veces más grande que mi can.La rana gigante abrió la boca de oreja a oreja para tragarme como una mosca”.
El zapatero objetó que las ranas no tenían orejas. El guardabosques exclamó enojado:
”!Ésta sí que las tenía. Como un elefante. Yo estaba tumbado en el suelo y no sabía dónde estaba mi escopeta. El monstruo seguía arremetiendo contra mí y ya pensé que llegaba mi último momento.De repente escuché un disparo y la rana rodó por el suelo. Mi perro me tendía la pata para que yo pudiera levantarme. ¡Él había disparado de mi escopeta, salvándome la vida!”
Para dar visos de verdad a su relato sobre la rana gigante, el guardabosques lo remató con un argumento que le parecía imbatible:
”Mira bien, zapatero. Estas nuevas botas verdes que hoy calzo son del cuero de aquella rana”.
El zapatero no depuso sus dudas:
”Me parece que estoy viendo unas botas de vaqueta teñida de verde, y no cuero curtido de rana”.
“Yo diría lo mismo. ¡No nos embauque, señor guardabosques”! Así terció en la conversación un forastero sentado en el rincón.Uds. ya saben que era el Krakonoš disfrazado.
El guardabosques le gritó:”?Te atreves a retarme, vagabundo? ¡Que las botas me salten ahora mismo de los pies si no son de cuero de rana!”
Una vez pronunciadas estas palabras, ya una de las botas andaba hacia la puerta. La otra la alcanzó rápidamente, saltó al picaporte y abrió la puerta.
Ambas botas se pusieron a marchar como dos soldados disciplinados. Subían por una ladera en dirección al monte como si les tocase una charanga militar.
El guardabosques Vávra miraba boquiabierto como sus botas nuevas desaparecían entre los árboles. Lo peor era que tuvo que ir a su casa descalzo sobre la nieve recién caída. Todas las botas y zapatillas que le habían ofrecido parecían encantadas. Sus pies no cabían en ningunas fuese cual fuese la talla del calzado.
Mientras que el guardabosque tenía que permanecer en su casa por carecer de calzado, Krakonoš recorría los pueblos de montaña.
En uno de ellos encontró un cortejo nupcial. El novio,vestido con un traje raído, le invitó a almorzar. Krakonoš aceptó la invitación.
Se divirtió mucho en la boda, a pesar de celebrarse en casa de gente pobre. Pagó los gastos de la fiesta y dejó algún dinerito a los recién casados. Ese día tenía ganas de hacer sólo el bien a los seres humanos. Se acordó del guardabosque Vávra.
Cuando entró en su casa, el infeliz estaba sentado a la mesa y su perro le calentaba los pies descalzos.
Krakonoš preguntó al guardabosques si ya había recuperado las botas de rana. El hombre dijo que no con la cabeza y todo compungido añadió:
”Sé que ha sido un castigo por mi jactancia. Soy consciente de que me has castigado tú, Krakonoš. Puedo prometerte que trataré de no embaucar a la gente pero ¿puede haber un guardabosques sin recurrir de vez en cuando al “latín del cazador”? Si se me prohibiera del todo condimentar con él la charla, tendría que renunciar a mi puesto de guardabosques”.
”No será para tanto”, sonrió Krakonoš y sacó de su hatillo las botas verdes del guardabosque. Se las entregó al hombre con esta advertencia:
”Una cosa es entretener a la gente con el “latín del cazador” y otra es ser mentiroso. Lo sabes muy bien y cuídate de no volver a incurrir en el mismo defecto”.
El guardabosques asentía mientras calzaba sus recuperadas botas verdes. Estaba impaciente por salir al monte con su perro.
Krakonoš desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra. El hombre murmuró para sí mismo:
”!Qué bueno que te hayas marchado, Krakonoš. Así no tendré que contarte cómo me creció en los pies un pelambre de perro, y tan espeso que yo tenía calor hasta pisando la nieve....Y que ahora tengo que volver a acostumbrarme a calzar botas”.