Leche en bolsas, redecillas y “bajomostradores”, la compra en la época socialista

Foto: La página oficial de Facebook del Museo de Vysočina

Los productos nostálgicos que desaparecieron del mercado checo después de la caída del comunismo forman parte de la exposición 'Mamá, qué me has comprado' ('Mami, co jsi mi koupila?') que en el Museo de Vysočina muestra cómo han cambiado las compras en las últimas tres décadas.

Foto: La página oficial de Facebook del Museo de Vysočina
La pregunta infantil “¿Mamá, qué me has comprado?” parece ser lo único que se ha conservado del mundo de las compras de la época socialista hasta la actualidad. El perderse con un carrito entre las infinitas estanterías y dudar qué marca de yogures es la mejor era hace tres décadas en Checoslovaquia pura ciencia ficción.

El título de la muestra del Museo de Vysočina, situado en el municipio de Třešť, hace referencia a las diferencias entre las tiendas checas antes y después de la Revolución de Terciopelo.

Los visitantes pueden ver fotografías de los interiores de las tiendas conocidas como Jednota y Konzum, que prevalecían en aquel entonces en Checoslovaquia, y donde los clientes formaban largas colas, esperando que quedara al menos un rollo de papel higiénico o un trozo de carne para preparar un gulash.

Foto: La página oficial de Facebook del Museo de Vysočina
La muestra ofrece asimismo envases de productos que se fabricaban en aquella época. Una parte de ellos proceden de una tienda Jednota quebrada, otra del Museo Agrícola de Praga y con muchos envases han contribuido también ciudadanos particulares, según indicó para la Radiodifusión Checa la directora del museo, Milina Matulová.

“Gracias al hecho de que la gente solía guardar latas de café, bombones, té. Los tenía sobre todo en sus talleres para guardar tornillos y otras herramientas. Muchos objetos proceden también de colecciones privadas, ya que la gente solía coleccionar envases de chocolates, chicles etcétera y esto nos ha ayudado mucho”.

Foto: La página oficial de Facebook del Museo de Vysočina
Llama la atención una cesta con envases un poco ensuciados y arrugados con un interesante lugar de procedencia, indicó la directora.

“Son cosas que nos trajo un vecino después de haberlas encontrado en un basurero enterrado. Por un lado es agradable que consiguiéramos estos productos antiguos, como las bolsas de leche, lacas de pelo, envases de mostaza, etcétera. Por otro, si nos damos cuenta de que llevaban allí unos treinta años sin estar apenas alterados, esto ya no hace tanta gracia”.



Síťovka,  foto: Korsak,  CC BY 3.0
Uno de los envases más singulares para las sociedad de hoy resulta ser precisamente las bolsas de plástico en la que se solía vender la leche. Este producto hizo sufrir a más de un cliente al estallar en la bolsa de la compra. De hecho, en aquella época se solían llevar unas bolsas redecillas, conocidas como “síťovky”, un invento propiamente checo. La primera bolsa fue fabricada a finales del siglo XIX en la ciudad de Žďár, y en breve se hizo popular en varios países del mundo.

Otra diferencia es el precio de los productos, que se se solía imprimir directamente en los envases, ya que en aquel entonces apenas variaba. En lugar de la fecha de caducidad, en los envases de yogures aparecía simplemente el nombre de un día de la semana que indicaba el día de su fabricación.

Foto: La página oficial de Facebook del Museo de Vysočina
Junto a las tiendas solían funcionar restaurantes. En el Museo de Vysočina se puede ver cómo variaron los precios de los platos antes y después de la caída del comunismo. Mientras que en 1988 un gulash costaba 0,30 céntimos de euro, en 1991 su precio subió a más del doble. No obstante, el salario medio, que antes de la Revolución de Terciopelo era de 114 euros subió tres años después solamente en un 20%.

Otra de las curiosidades expuestas en el Museo de Vysočina son las llamadas “podpultovky” que se podrían traducir literalmente como “bajomostradores”. Se trata de productos escasos y difícilmente asequibles en la época comunista como frutas exóticas, chocolates y electrodomésticos. Los dependientes los escondían bajo el mostrador para vendérselos a personas privilegiadas con las que querían mantener buenas relaciones como por ejemplo médicos, fontaneros o incluso peluqueros.