Mi compañera checa no conocía al Niño Jesús de Praga
Michelle Hernández, de la Ciudad de México, llegó a la República Checa por mera casualidad. Su asesor de estudios de posgrado de la universidad de México tenía un conocido checo quien le facilitó el contacto con el Instituto de Química Inorgánica en Rez, cerca de Praga. En los laboratorios de rez Michelle realiza desde febrero un proyecto de investigación de las aleaciones del oro.
"Creo que lo me chocaría en este país sería el clima, que es muy diferente. ¡Odio el frío! También me parece raro que las tiendas en Europa cierren tan temprano, el domingo todo cerrado, es horrible. Antes de llegar a la República Checa sabía que Praga es una ciudad muy bella porque conserva su estilo medieval, de hecho, dicen que es la ciudad más bella de Europa. Me gusta mucho el reloj astronómico, me gusta pasear por esa área. Uno, por ser turista, lee un poco para saber lo que quiere ver, y me sorprendió mucho que una compañera mía, que es checa y vive aquí en Praga, no conocía muchas leyendas relacionadas con la ciudad. Por ejemplo, la leyenda de Dalibor que estaba encarcelado en la Torre de Dalibor y tuvo que aprender a tocar el violín para poder sobrevivir. O la historia de Santo Nepomuceno que fue arrojado al río y encontraron su lengua intacta. Esa compañera mía no tenía idea de donde se encuentra la iglesia del Niño Jesús de Praga".