Kumburk, escenario de una historia de amor y odio
En esta edición visitaremos las románticas ruinas del castillo de Kumburk, en Bohemia Nororiental, en cuya torre estuvo presa durante 11 años una doncella aristocrática expiando su romance con un joven de baja condición social.
El castillo fundado hacia el año 1300, fue a comienzos del siglo 17 escenario de una singular historia de amor y odio que tuvo un trágico desenlace.
En aquel entonces era dueño de Kumburk Segismundo de Smirice, camarero mayor imperial. Este noble de alto linaje encerró en 1609 a su hija mayor, Elisa de Smirice, en una torre del castillo de Kumburk por su relación amorosa con un hombre de baja condición.Según unos, el amante de la aristocrática doncella se ganaba el sustento como herrero.Según otra versión, era un pastor, como dice la letra de la canción popular "Conozco un bello palacio cerca de Jicín".
Es posible que el romance de la bella Elisa de Smirice con el joven campesino haya sido delatado por su hermana menor, Margarita, para hacerse en el futuro con la parte de la vasta herencia que correspondía a Elisa.
Si los nobles de Smirice hubiesen sido católicos, Elisa habría sido encerrada en un convento. Pero el padre de la doncella pecadora era utraquista y por eso decidió lavar la afrenta encarcelando a Elisa en la llamada Torre Virgen del castillo de Kumburk donde debía permanecer hasta el fin de sus días.
Los restos de la torre, de planta circular, se han conservado hasta hoy en día.Lo que vemos permite deducir que de la cárcel, con muros de 3 metros de grueso, no era posible escapar. Parece que, pasado cierto tiempo, el padre de Elisa empezó a inclinarse por el perdón, pero falleció antes de que pudiera decidirse finalmente por la excarcelación de su hija. Elisa pasó encarcelada en la Torre Virgen de Kumburk 11 años.
Entretanto, el hermano de la doncella encarcelada, Alberto de Smirice, ascendía a posiciones cada vez más encumbradas en la vida política de
Bohemia. Como fervoroso utraquista fue uno de los promotores de la insurrección de los estamentos checos contra la Casa de los Habsburgo, en 1618.Y es posible que precisamente en su cabeza naciera la idea de defenestrar de una de las ventanas del Castillo de Praga a los virreyes católicos Martinic y Slavata.
Alberto de Smirice fue el miembro más joven del directorio que gobernaba el reino checo tras haber declarado la desobediencia a los Habsburgo.Organizaba las tropas de los estamento checos y tácitamente era considerado como candidato al trono checo.
El previsto matrimonio con la hija del duque de Hanau hubiese emparentado a Alberto de Smirice con muchos gobernantes de Europa. Sin embargo, el enlace no pudo realizarse. Durante el cerco de Ceské Budejovice, Bohemia del Sur, Alberto de Smirice cogió un resfriado y falleció en noviembre de 1618 a la edad de 23 años.
Tras la muerte de Alberto de Smirice, las enormes posesiones de esta linajuda familia aristocrática tenían ahora a dos herederas:Elisa, encerrada en Kumburk, y su hermana menor, Margarita, casada con el noble Enrique Slavata.
Así las cosas, en el escenario apareció el empobrecio hidalgo Oto de Vartemberk que ofreció a Elisa de Smirice que la liberaría de la prisión en Kumburk a cambio de casarse con él. El pretendiente de Elisa era viudo, borrachín y mujeriego, pero para la dama encarcelada representaba la salvación. Elisa aceptó la propuesta, ofreciendo a cambio de su liberación, además de su mano, la mitad de las posesiones de la familia de Smirice que debía heredar.
Oto de Vartemberk tomó con un grupo de amigos el castillo de Kumburk y liberó a Elisa de Smirice.La boda se celebró en Praga. La novia sabía que Oto de Vartemberk no la desposaba por su belleza sino por los numerosos bienes, pero por lo menos así podría vengarse a su hermana Margarita.
El padre de la novela policial histórica checa, Radovan Simácek, avanzó una curiosa hipótesis. Sostiene que Oto de Vartemberk había envenenado a Alberto de Smirice, hermano de Elisa, para abrirse camino a la herencia de esa dama. Y si Oto no hubiera echado veneno a la copa del potencial rey checo, quizás la historia del país hubiera tormado otros rumbos.
Elisa de Smirice entró triunfalmente en la ciudad de Jicín, tomando posesión de su palacio y de todo el feudo, incluido el castillo de Kumburk, ya que consideraba que como hija mayor tenía derecho a las posesiones de la familia de Smirice.
Su hermana menor Margarita no compartía esa opinión. Ella y su marido Enrique Slavata demandaron a Elisa de Smirice y ganaron el pleito.Oto de Vartenberk fue encarcelado en Praga y en 1620 llegó a Jicín Enrique Slavata con una comisión real para tomar posesión del feudo en nombre de su esposa Margarita de Smirice.
Elisa de Smirice se negó a devolver las posesiones. Enloquecida por todas las injusticias, bajó al sótano del palacio de Jicín y con una antorcha prendió fuego a los barriles de pólvora. El palacio voló por los aires y bajo sus escombros encontraron la muerte la desgraciada Elisa de Smirice y su enemigo y cuñado Enrique Slavata.
La viuda Margarita de Smirice no disfrutó durante tiempo de las posesiones que heredó tras la muerte de su hermana mayor, Elisa de Smirice. Como utraquista tuvo que emigrar y sus bienes fueron confiscados.
Del vasto patrimonio se apoderó Alberto Wallenstein, emparentado con la familia de Smirice por el lado materno.Wallenstein se hizo con todo el feudo de Jicín, incluido el castillo de Kumburk. La herencia de los nobles de Smirice de la que Wallenstein se había apropiado sin escrúpulos, hizo posible que realizase sus ambiciones de poderío militar y político.
El generalísimo de las tropas imperiales, Alberto de Wallenstein fue asesinado en 1634. El emperador donó el abandonado castillo de Kumburk al hidalgo Rodolfo de Tiefenbach, pero en 1658 decidió demolerlo por motivos estratégicos.
En la primera mitad del siglo 20, el Club de Turistas Checos realizó reparaciones de las imponentes ruinas de Kumburk. A pesar de haber sido volado en el siglo 17 queda todavía mucho para admirar en el castillo ubicado en la cumbre de un romántico cerro.
No puede sorprender que Kumburk tenga también sus fantasmas. En las noches de viento deambula por el castillo, quejándose con una voz lastimera, el espíritu de la doncella Melusina, según la leyenda encarcelada en tiempos remotos en la Torre Virgen.
De vez en cuando le hace compañía a Melusina el fantasma de un triste guardabosque. Y, al parecer, en las profundidades de los sótanos, llenos de escombros, está escondido un gran tesoro, guardado por un gallo con ojos ígneos.
Y al atardecer, el viento canta en la cumbre del cerro basáltico la vieja leyenda sobre la doncella encerrada en el castilllo de Kumburk...