Juan Marsé: De Kafka aprendí que el talento está en la simplicidad

Juan Marsé

"El lector debe estar atrapado por lo que le estoy contando y no pararse a pensar en cómo lo estoy contando", dijo el escritor español, Juan Marsé, en una ocasión. Hace poco visitó por primera vez la capital checa para asistir a la XV edición del Festival de Escritores de Praga, que fue consagrado este año a Giacomo Casanova. Juan Marsé asistió a la proyección de la adaptación fílmica de su relato "El embrujo de Shangai" y presentó al público capitalino su penúltima novela "Rabos de lagartija", que a finales de este año se publicará en checo. Radio Praga conversó con Juan Marsé sobre el festival y sobre su obra.

¿Qué se imagina al escuchar el nombre Casanova? Por ejemplo, el presidente del Festival de Escritores de Praga, Michael March, dice que al escuchar este nombre, no se imagina nada, no ve ninguna cara concreta. Para él la palabra Casanova es un símbolo.

"Bueno, cada persona tiene su mundo, cada sensibilidad implica uno opinión distinta en eso, pero bueno lo primero que sugiere el nombre, supongo, es una especie de aventurero, experto en amores, por decirlo así, es decir un seductor de su época, pero al mismo tiempo un hombre muy ilustrado, muy culto con una capacidad de ironía notable. Pero al mismo tiempo también un hombre muy de su época, ¿no? La imagen que ha transmitido a través del tiempo se ha decantado casi siempre por el aspecto más frívolo de la cuestión. Casanova, pues, el seductor, una especie de contrafigura o una figura paralela a Don Juan. Pero es mucho más que eso, evidentemente, no hay más que leer sus Memorias. En cuanto a la imagen concreta, yo la tengo muy relacionada con una película, la única que he visto en la cual aparece su figura, que si no recuerdo mal está interpretada por el actor italiano, Marcelo Mastroiani, que representaba un Casanova divertidísimo, en la vejez, prostático y con toda clase de problemas de todo tipo, digamos, en la decadencia, pero manteniendo una lucidez asombrosa. Es una película interesante".

El tema de uno de los debates literarios celebrados en el marco del Festival de Escritores dice: El sexo como un castigo por el amor. ¿Qué opina al respecto?

"La verdad, me sorprende. Yo nunca he concebido el sexo como un castigo. No soy nada masoquista en este sentido. Me parece que es una actividad placentera para los humanos. Aparte de que garantiza la supervivencia de la raza humana, la práctica del sexo es en sí mismo placentero. Un castigo en el sentido de .... en contraposición con el amor, distanciado del sexo. No. El sexo y el amor en muchas oportunidades van juntos. Incluso estoy por decir que no hay sexo sin cierta capacidad amatoria. Recuerdo en este momento un poema de un poeta muerto que era muy amigo mío, Jaime Gil de Biedma, en el cual habla de que él nunca ha podido desnudarse para hacer el amor sin sentir una especie de oleada de amor, de amor en el sentido ideal, incluso. No sé, es hilar muy fino distinguir estas cosas. Es muy discutible".

Los lectores checos han podido conocer hasta el momento su obra a través de "Esta cara de la luna", que fue publicada en eslovaco en 1977, y luego a finales de los años 80 cuando fue editada en checo su novela "Últimas tardes con Teresa". He leído que hoy Ud. repudia "Esta cara de la luna". ¿Por qué?

"Es un poco complicado, pero al mismo tiempo muy simple de explicar. Yo viví en París en los años 1961 y 1962 cuando había empezado a escribir esta novela. Había publicado la primera un par de años antes. Estuve pasando una época atroz en París, no encontraba trabajo, estaba solo y pasaba literalmente hambre. Fue una época realmente desdichada porque la gente que me podía ayudar en este momento no pudo ser. Entonces, ¿qué hice? Prácticamente entregué al editor el primer borrador que tenía de la novela. Yo nunca lo hago. Necesito escribir como dos, tres y a veces cuatro borradores. Lo hice porque necesitaba dinero con urgencia, esa es la verdad. Pero es una cosa que me prometí a mí mismo no volver a hacer nunca, por eso no permití que se reeditara la novela. Desdichadamente ya estaba en marcha una propuesta de traducción, y entonces, apareció el libro. La razón fue esa, que después vi que el libro no estaba acabado, había un par de capítulos terminados, pero el resto era la primera versión y nunca me gustó. Pero es que me estaba literalmente muriendo de hambre en París. No busco disculpas en eso porque yo creo que un escritor no debe entregar nada de lo cual no está seguro. Y las prisas siempre son muy malas. Para todo, pero muy especialmente para la literatura".

¿Cree que el tema de "Rabos de lagartija" puede ser cercano a los lectores checos?

"Yo creo que sí. Habla de una época de opresión en España bajo la dictadura franquista. Es la historia de un muchacho muy imaginativo, muy embustero, en cierto modo, muy próximo a la misma labor de un novelista que es contar mentiras, pero que tengan visos de verdad. Una mentira bien contada. Es la historia de este muchacho en esa época muy dura para el país, de represión política, moral y social de todo tipo. Hay hechos que se corresponden con mi propia biografía, hay un personaje que tiene muchas cosas de mi propia madre, etc. Es una novela muy entrañable en el sentido de que hay mucho que tiene que ver con mi biografía. No sé hasta qué punto puede gustar o no. Eso nunca se sabe, pero en todo caso yo creo que el lector checo entenderá perfectamente el asunto".

El Festival de Escritores de Praga motivó a muchos autores que participaron para escribir un libro sobre Praga o sobre su estancia en la República Checa. ¿Se dejará inspirar también?

"Yo siempre estoy esperando que lleguen las musas y que me inspiren, pero raras veces llegan. Si no me siento yo a trabajar, ellas no suelen venir. No lo sé ... En realidad son pocos días como para pillar el alma de una ciudad, de unas gentes y toda una problemática de un país que, en fin, es muy compleja, naturalmente, y muy larga. En cualquier caso es algo que podría ser. Algún tipo de experiencia o algo. Yo viví, por ejemplo, dos años en París y siempre pensé que acabaría escribir una novela sobre París, pero nunca la he escrito. Lo que pasa es que algunas cosas de París se me han metido en la obra, a veces de una forma muy enmascarada, muy subterránea que el lector puede que no perciba, pero yo sé que provienen de aquella etapa. Pero mire, yo estuve dos años, es otra cosa, aprendí el idioma, me relacioné con muchísima gente, con franceses, etc. Es muy distinto porque aquí voy a estar tres días prácticamente. Pero a saber, es posible que sí".

Aparte de Kafka ¿qué escritores u obras conoce de la literatura que surgió en este país?

"Realmente poco. Había un autor de ciencia ficción muy famoso cuyo nombre ahora no sabré pronunciar que me interesó, pero era muy jovencito. Me ha interesado Milan Kundera, en fin, él escribe en francés. Bueno, tengo que decir que yo soy catalán y escribo en español, soy una especie de anomalía entre comillas. Pero sobre todo Kafka. Aunque escribe en alemán siempre lo relacionaba con Praga y con el ser checo. Yo soy un conocedor de la obra de Kafka sobre todo. Pero sí, me confieso que tengo lagunas en ese sentido".

¿Cree que Kafka le ha influído en su escritura?

"No, en mi caso creo que no. A no ser por una lección que he aprendido de él siempre es que por muy complejo que es y aparentemente difícil que puede ser la lectura de los textos de Kafka, su prosa siempre es de una simplicidad y de una transparencia asombrosa. Quiero decir que yo aprendí desde el principio de leerle que una señal del talento de Kafka se manifiesta en el texto sin necesidad de que la prosa haga alardes, resulte fulgurante o con fuegos de artificio, sino que está contenida en esta misma simplicidad. Es decir una señal del talento de Kafka consiste en que su prosa no anuncia ese talento. Simplemente lo contiene, está dentro, pero aparentemente no se manifiesta. No sé si me explico, pero eso fue una lección que aprendí hace muchos años de que no sé puede ser más denso, más complejo con una prosa más transparente que esa".