El pintor de la Praga mágica
Desde hace casi medio siglo Martin Sladký se inspira en los más fascinantes paisajes de la capital checa para elaborar pinturas y grabados que expone en la calle. En esta entrevista revela algunos secretos de su trabajo y de cómo fue cambiando en las últimas cuatro décadas la fisonomía de Praga, a la que considera la ciudad más hermosa del mundo.
El nombre del artista es Martin Sladký. Y, a diferencia de su padre, que fue uno de los más destacados realizadores de mosaicos del país y estudió en la Academia de Bellas Artes, él es autodidacta.
“He estado haciendo este trabajo durante cuarenta años o incluso más. Es una técnica gráfica de grabado que combino con tallado y pinceles y acuarelas para colorear. De la misma forma en que trabajaban, siglos atrás, los antiguos maestros alemanes como, por ejemplo, Alberto Durero”.
Además de quien es el artista más famoso del Renacimiento alemán, sus grandes referentes son el pintor checo Jiří Trnka y el austríaco Egon Schiele, que tenía madre checa, era amigo de Gustav Klimt y, a pesar de vivir solo hasta los 28 años, hizo miles de paisajes de Česky Krumlov.
Sladký utiliza placas de zinc o de cobre renovables que talla a mano, con una punta de acero, para luego pintar con acuarelas. Aunque tiene una pequeña colección de motivos fantásticos, la mayoría de sus pinturas y aguafuertes son realistas y están inspiradas en los paisajes de Praga, ciudad a la que considera la más bella y romántica del mundo.El público le pide, sobre todo, cuadros del Castillo de Praga y del Puente de Carlos por lo que suele tener trabajos iguales en diferentes tamaños. Sin embargo, reconoce que una de las perspectivas que más le agradan del famoso Puente de Carlos es la que se tiene desde el Puente de Mánes, aunque curiosamente le depare muchas menos ventas.
Y confiesa que, desde hace casi diez años, varios clientes le vienen pidiendo que amplíe una pintura que reproduce la vista panorámica de la ciudad desde el metrónomo de Letná. Sin embargo ni siquiera puede empezar porque sabe que ese trabajo lo va a mantener totalmente ocupado, por lo menos, durante dos meses. Y ya no tiene ni el tiempo ni la energía de los comienzos.
“He dibujado durante toda mi vida pero cuando tenía 28 años fui enrolado en el ejército. Mi mujer solo contaba con 700 coronas al mes para alimentar a mis dos hijos, lo cual no era suficiente ni siquiera en esa época. Así que cuando regresé del ejército tuve que enfrentar la situación: necesitaba dinero y no tenía forma de hacerlo rápido. Así que decidí tomar algunos de mis dibujos, ir al Puente de Carlos e intentar venderlos”.Como la idea empezó a funcionar muy bien, pronto fue agregando más pinturas y grabados, y las ventas se incrementaron cada vez más. En cuarenta años, varios visitantes famosos adquirieron sus obras pero Sladký recuerda especialmente al actor indio Kabir Bedi, que protagonizó la serie Sandokán y trabajó en innumerables películas de Bollywood. Además de comprarle una de sus pinturas más grandes con la imagen del Puente de Carlos y el castillo de fondo, elogió mucho su trabajo.
Sladký es consciente de que la ciudad cambió mucho en estos últimos años: aunque reconoce que en algún punto está más linda que antes, lamenta los ruidos y la dificultad para caminar por el centro. Le molestan los negocios que venden muñecas rusas o sombreros soviéticos cuando, en verdad, deberían dedicarse a exponer la producción local.Y, aunque suele responder siempre con cortesía, dice que hoy hay más gente que se acerca para preguntarle cómo llegar a algún lugar que para hacerle alguna consulta sobre sus aguafuertes.
“En 1979 era difícil ganarse la vida con el arte sin estar registrado formalmente en una organización. De hecho, el régimen solía perseguir a la gente que vendía en el Puente de Carlos. Pero, al mismo tiempo, el interés del público por el arte era mucho mayor: cada visitante de Praga que pasaba por el Puente se detenía a mirar mi trabajo. Hoy necesito que pasen 1200 personas hasta que una se detenga, esa es la diferencia”.
Sladký confirma con el brillo de su mirada que no miente ni exagera cuando dice que se siente feliz de poder ganarse la vida con el arte, algo que muy pocos llegan a lograr. Sobre todo porque en la calle, además de turistas, ve muchas personas que no parecen estar contentas con lo que están haciendo.
Sin embargo, casi al final de la entrevista, Sladký señala todas las pinturas y aguafuertes que tiene expuestas y aclara que eso constituye solo la mitad de su vida, y que la otra mitad no tiene que ver con el arte sino con el deporte.“Vivo de los grabados pero mi hobby durante casi cuarenta años ha sido el windsurf y hace muchos años, incluso, competía en esa disciplina. En 1990 participé de una competencia oficial en Francia y alcancé la velocidad de 60 kilómetros por hora que se convirtió en el récord oficial checo en windsurf y duró, más o menos, hasta el 2015”.
Como la misma capital checa, que sorprende a sus visitantes con callejones y rincones impensados, el pintor de la magia de Praga revela también una faceta inesperada de su vida. Hoy, ya sin récord ni competencias oficiales, Sladký sigue practicando el windsurf a doscientos kilómetros de Praga: una actividad recreativa que mantiene con su trabajo artístico y, al mismo tiempo, le da nueva energía para seguir pintando.