El Nuevo Mundo en los archivos barrocos checos

Una de las tareas principales que hace más de treinta años se planteó la iberoamericanística checa fue la de informar a los círculos internacionales especializados sobre las fuentes de la historia y la cultura del Nuevo Mundo, registradas en las bibliotecas y archivos de la República Checa. En el marco de estas actividades también se dedicó una considerable atención a los documentos iconográficos estrechamente relacionados con la historia y la cultura del Nuevo Mundo. Toda una serie de estudios concretos fueron dados a conocer a través de diferentes publicaciones, especialmente en el anuario de la Universidad Carolina "Iberoamericana Pragensia".

No es menos importante el hecho de que las fuentes iconográficas descubiertas en las depositarías de las instituciones checas, ante todo en archivos históricos y bibliotecas, fueron aprovechadas a menudo por las casas editoriales, al ser publicadas obras clásicas de las literaturas española e hispanoamericana. Mencionemos por ejemplo la edición checa de la "Crónica mexicana", de Bernal Díaz del Castillo, la versión checa de las "Relaciones", de Hernán Cortés, o la antología de las crónicas de origen mexicano, peruano, español, francés e italiano sobre la conquista de México y Perú.

El registro gradual de estas fuentes guarda, sin embargo, también un significado específico, en lo referente al desarrollo cultural de los países checos, que influye en los intentos de reflejar la imagen del Nuevo Mundo a lo largo de los siglos. Sobre todo en los siglos 17 y 18.

Los factores básicos que determinaban la formación de los conceptos que tuviera un checo medio en determinados períodos históricos, podrían caracterizarse de la siguiente manera:

En primer lugar era la literatura referente al Nuevo Mundo la que, sin embargo, variaba en consonancia con la posición social y económica de los individuos y grupos en la sociedad. La literatura checa (o mejor dicho, escrita en idioma checo, ya que en los siglos 16 y 17 siempre se trató de traducciones más o menos fieles de otros idiomas, o de compilaciones) influía principalmente en las personas cultas. Encontrar documentos que testimonien cómo y en qué medida fueron influenciados los lectores de entonces resulta generalmente bastante difícil, por cuanto dependemos, en principio, sólo de anotaciones incompletas en los testamentos e inventarios. Mas esos datos dan pie a interesantes deducciones.

Los ciudadanos, y ante todo los intelectuales burgueses, ya diferenciaban esencialmente una gama de idiomas y, consecuentemente, los temas, al abordar la literatura escrita e impresa en latín y alemán. En el caso de la nobleza y el clero, a disposición tenemos numerosas informaciones genuinas publicadas en otros idiomas, ante todo en español, italiano y francés. Ello significa que el lector checo de todas las capas sociales ya a mediados del siglo 16 contaba con un buen nivel de información sobre el Nuevo Mundo y sus habitantes. Y a partir de la segunda mitad del siglo 16, su fantasía se inspiraría, cada vez más, también en las imágenes iconográficas del Nuevo Mundo.

En la Biblioteca Nacional de Praga fue decubierto hace algunos años un grupo de antiguos impresos holandeses que incluyen planos y vedutas de las ciudades americanas, escenas que representan la vida de los aborígenes, la flora y la fauna americanas, y otros aspectos. Se trata de un conjunto de cien grabados en cobre colorido, editados a fines del siglo 17 por Carel Allard, en Amsterdam. Procedamos ahora a caracterizarlos brevemente en términos generales, apoyándonos para ello en ejemplos concretos.

En todos los grabados americanos se pone claramente de manifiesto la pasión del autor por los barcos y las escenas de batallas navales. Esta parte del libro le ofrece al autor holandés numerosas ocasiones para ello, ya que la mayoría de las ciudades caribeñas y sudamericanas que representa, son a la vez puertos. Gracias a ello encontramos en la mayor parte de las vedutas retratos emocionantes del mundo marino, llenos de acción y de vida. Los grabados de Allard pueden considerarse un documento interesante de la historia de la navegación y de operaciones bélicas navales, por cuanto su forma de representar los navíos y todo lo relacionado con ellos es fiel y hay poco que reprocharle. Sin embargo, las vedutas de las ciudades presentan una situación peor. Evidentemente son principalmente fruto de la propia fantasía del pintor, grabador y editor. Los errores evidentes se refieren a La Habana, Santo Domingo, San Salvador, Cartagena, Potosí y Callao. Tampoco los trajes de los aborígenes corresponden a la realidad de la época.

Debido a lo anteriormente dicho podemos constatar que la citada obra de Allard no puede ser considerada como una de las fuentes posibles para el estudio de la historia y la cultura del Nuevo Mundo en el más amplio sentido de la palabra. Pero, por otra parte, sí representa un documento sumamente importante sobre las concepciones que regían en Europa a finales del siglo 17 respecto al Nuevo Mundo.

Ese tipo de obras fue sustituído pronto por otras, mucho más realistas, basadas en el conocimiento directo del mundo americano. Entre sus primeros autores cabe mencionar ante todo a los misioneros jesuitas, quienes estaban diariamente en contacto con ese mundo.

En lo que se refiere a las bibliotecas y archivos checos, podemos mencionar, por ejemplo, el interesante manuscrito de Ignacio Tirsch, que refleja la situación existente en la región de la Baja California en el siglo XVIII. Y no es hasta después de la retirada de los jesuitas, con el advenimiento de la Ilustración a fines del siglo 18, es decir, cien años después de Allard, que aparecen los primeros trabajos gráficos verdaderamente fieles y fidedignos, como son los que se deben a los integrantes de la famosa expedición de Malaspina, en la cual participó, entre otros, el botánico checo, Tadeo Haenke.

Autor: Vít Urban
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