El artesano que repara gratis las aceras de Praga con mosaicos
La idea se le ocurrió en 2008 cuando, al pasar por un viejo hospital, vio un enorme agujero en medio de la vereda que podía ser peligroso para los peatones. Desde entonces, inspirado un poco en Gaudí, Jan Jeník repara con coloridos mosaicos las grietas y huecos de las veredas de Praga sin ningún tipo de recompensa económica.
Kintsugi es el nombre de la famosa técnica japonesa que consiste en arreglar piezas de cerámica de un modo muy particular: en lugar de disimular la grieta, el objetivo pasa por resaltarla nada menos que con oro. Aunque utiliza otro tipo de materiales y nunca estuvo en Japón, el artesano Jan Jeník realiza algo muy similar con las veredas rotas de Praga. La idea se le ocurrió, tal como él mismo cuenta, en el año 2008, mientras caminaba por las calles de la capital checa.
“Estaba haciendo mis primeros mosaicos y me había quedado con más pegamento del que necesitaba, pasaba con frecuencia por un viejo hospital que también tiene una farmacia y, por lo tanto, es muy transitado por gente con alguna discapacidad y madres con carritos de bebé, y vi un hueco muy grande en medio de la acera y se me ocurrió que sería una buena idea repararlo. Entonces hice una especie de espiral y ese fue el primero”.
“La idea de hacer mosaicos se me ocurrió viajando por varias ciudades de Europa: me di cuenta de que nunca los había visto en Chequia”.
Recuerda Jeník que, para hacer el segundo mosaico, se le ocurrió un formato totalmente distinto: un diseño que representaba la famosa torre de televisión de Žižkov. Si bien suele partir de una idea, el mismo proceso y, por supuesto, la forma de la grieta lo van llevando en determinada dirección. Eso le sucedió, por ejemplo, la primera vez que realizó un mosaico con forma de serpiente y recién descubrió que lo era cuando lo había terminado. En todo caso, la reacción positiva de los praguenses fue clave para que decidiera seguir adelante.
“La gente que pasaba se mostraba muy contenta al respecto y eso me hacía muy bien y, a la vez, yo hacía algo bueno para ellos que me terminaban devolviendo, y supe que era algo que nadie estaba haciendo, de hecho la idea de hacer mosaicos se me ocurrió viajando por varias ciudades de Europa y me di cuenta de que nunca los había visto en Chequia, entonces, por qué no intentarlo…”
Si bien aquellos mosaicos europeos le dieron el impulso para hacer los suyos, la diferencia es que las obras de, por ejemplo, Gaudí en Barcelona y Hundertwasser en Viena tenían una función estética mientras que él, a su vez, busca brindar también un servicio muy concreto: reparar las veredas para evitar que la gente se tropiece o lastime en la calle. Pero, además de ese servicio a la comunidad, Jeník suele trabajar con vidrio reciclado y también diseña bancos de plaza. De hecho, uno de los que hizo está en el cementerio de Únětice y lo interesante es que lleva como leyenda la frase Carpe Diem. En el caso de los mosaicos con los que repara las veredas praguenses, Jeník dice que, si bien se trata de un trabajo intenso, no le suele llevar tanto tiempo.
“Los hago en un día, en realidad en unas pocas horas, porque nunca hago mosaicos grandes, siempre busco grietas no muy grandes porque en superficies más amplias siempre está el riesgo de resbalarse y caer, es un poco peligroso”.
La mayoría de los mosaicos los realizó en los barrios praguenses de Karlín, Žižkov, Letná y Pankrác. Y a pesar de darle muchas satisfacciones, como el hecho de que su trabajo inspirara a otras personas a hacer lo mismo en rutas y caminos de Estados Unidos, Jeník es consciente de que la mayoría de los mosaicos no duran mucho tiempo: nunca falta quien los rompe a propósito o, incluso, sin querer, como sucede muchas veces con los skaters, y, en el mejor de los casos, porque las autoridades toman esas pequeñas obras de arte como una especie de alarma para, finalmente, reparar las aceras.
“Cuando arreglé un hoyo junto al shopping Arkády de Pankrác, que era una gran grieta por la expansión de las raíces del árbol, hice allí un pequeño mosaico con forma de pajarito y, después de dos o tres semanas, arreglaron esa vereda que la raíz fue rompiendo durante unos diez años. Es decir que hicieron falta unas pequeñas piezas de mosaico para que finalmente la arreglaran”.
Vale la pena aclarar que Jan Jeník realiza esta tarea sin ningún tipo de retribución económica. De hecho, en algunas casos solicitó que, al menos, las autoridades le devolvieran el mosaico, pero cuenta que nunca lo hicieron. También intentó buscar algún tipo de financiación, pero se dio cuenta de que no tenía tiempo ni energía para reunir la interminable lista de requisitos que le pedían.
“Hicieron falta unas pequeñas piezas de mosaico para que, luego de diez años, arreglaran un hueco en Pankrác”.
“Realmente es mejor hacerlo para mí como una forma de arte y que la gente lo aprecie porque yo no necesito fama, lo hago desde hace 14 años y no me significó ningún progreso económico porque nadie me financia, es algo totalmente mío que hago con mi dinero y en mi tiempo libre”.
Si bien sus mosaicos suelen verse en Praga, también realizó algunas obras similares para una escuela en la ciudad de Jihlava. De hecho, participó de un programa especial en el que, junto a los estudiantes, se pusieron a reparar con mosaicos las veredas de un parque de esa ciudad durante una semana. Es decir que, además de evitar las heridas de los peatones, su trabajo puede ayudar también a concienciar a las nuevas generaciones de la importancia de mantener el espacio público. Y, por supuesto, a lo largo de estos 14 años fue acumulando montones de anécdotas entre las cuales destaca, sobre todo, la siguiente.
“En los jardines de la Estación Central de Trenes de Praga encontré un lindo hoyo, ideal para hacer un mosaico con forma de serpiente que hice con cristales y luces. Mientras trabajaba, se acercó un homeless a agradecerme con mucha efusión, pero luego, al ver la luz, me dijo que no podía hacer eso porque solo el Arcángel Miguel estaba autorizado. Le respondí que, de hecho, él me había enviado a mí y se tranquilizó.
Luego, cuando terminé el trabajo tenía miedo de que lo destrozaran, así que me quedé un tiempo allí sentado y se me acercaron unos hombres que estaban interesados en mi trabajo y, a la vez, me hablaban de sus problemas con las drogas y cómo hacían para sobrevivir en la calle. Alguien pidió una guitarra y terminamos tocando y cantando todos juntos, compré unas cervezas y se quedaron durante toda la noche, así que el mosaico sobrevivió y la luz brilló varios meses”.
Esas experiencias son, asegura, la mejor recompensa que le puede dar su trabajo y, de hecho, el agradecimiento de los praguenses es el gran motivo por el que Jan Jeník, luego de 14 años, aún quiere seguir arreglando gratis las veredas de Praga. De hecho, adelanta que, entre sus próximos planes, se encuentra la idea de rellenar algunos pozos de la Avenida Nacional con mosaicos que exhiban los colores de Ucrania.