Checoslovaquia, potencia mundial en LSD

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Símbolo de la contracultura de los años 60, el LSD no fue siempre una droga de propósitos místicos o lúdicos. Antes de su popularización masiva fue considerada una sustancia con gran potencial terapéutico en psiquiatría, principalmente en Checolosvaquia, país que junto a Suiza se convirtió en el único productor mundial a gran escala de esta droga.

Alucinaciones con ojos abiertos y cerrados, distorsión de la percepción del espacio y el tiempo, y sobre todo la disolución de la personalidad, que lleva a una sensación de comunión con el universo. Esos son los síntomas más comunes del consumo de dietilamida de ácido lisérgico, más conocida por sus siglas LSD, una droga que aunque remita habitualmente a la movida hippy de los años 60, tuvo en sus orígenes un uso médico, especialmente en Checoslovaquia.

Sintetizado por primera vez en 1938 por el químico suizo Albert Hoffman, el LSD fue aceptado por la comunidad científica global a comienzos de los años 50 como una posible ayuda en la lucha contra enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia, la depresión, la neurosis o incluso las adicciones. Se suponía que las potentes alucinaciones producidas por la droga podían ser después analizadas en psicoterapia de la misma manera que los sueños.

Stanislav Grof,  foto: Tomáš Vodňanský,  Radiodifusión Checa
Al mismo tiempo los sujetos despertaban del delirio habitualmente con sensación de bienestar y mayor equilibrio mental. El potencial estaba allí pero había todavía mucho que descubrir. En Checoslovaquia los experimentos comenzaron a pequeña escala, en 1951, a cargo de un pequeño grupo de psiquiatras dirigidos por Stanislav Grof. En 1953 fue elaborado el primer informe oficial sobre los efectos del LSD realizado a base de 44 voluntarios.

Los primeros resultados fueron prometedores, y las autoridades sanitarias autorizaron la ampliación de los experimentos. Así lo describe uno de los psiquiatras responsables, Miloš Vojtěchovský, en el documental ‘LSD made ČSSR’ de Pavel Křemen.

“Yo recibí 100 ampollas de 100 miligramos. Y lo mismo el doctor Grof y otros muchos colegas... Lo recibíamos gratis porque era para investigación. Al final las pruebas del LSD se extendieron por toda Checoslovaquia”.

LSD de producción propia

Los medios de comunicación hablaban del LSD como de una posible panacea para el tratamiento de enfermedades mentales, como de un paso más de la ciencia en el conocimiento de las profundidades del alma humana. El LSD no producía adicción ni su uso acarreaba consecuencias físicas o mentales visibles a medio plazo. Una prueba del carácter inocuo que se le atribuía es que durante la grabación de un documental sobre los experimentos, el actor que hacía de paciente consumió previamente la sustancia, con lo que actuación fue del todo real.

Foto ilustrativa: ČT
El régimen comunista checoslovaco decidió apostar fuerte por el LSD y en 1955 puso en marcha el proyecto V88, consistente en la producción de LSD de fabricación propia. La abundancia de materia prima relanzó los experimentos, explica el doctor Stanislav Grof.

“Teníamos químicos muy capaces, especialmente en cuanto a alcaloides de cornezuelo, así que nos fabricaron el llamado Lysergamid, un LSD propio. Junto a Suiza éramos el único país del mundo que tenía a su disposición el preparado en estado puro. Naturalmente fue un factor decisivo el que tuviéramos acceso ilimitado al preparado”.

De la manufactura del Lysergamid se encargó la fábrica de medicamentos Spofa. La producción fue tan masiva que entre los psiquiatras se contaba que realmente hubo un error en el pedido del hospital psiquiátrico de Bohnice, que se cambió una coma de lugar y en vez de gramos se encargaron kilos de la sustancia. En cualquier caso el resultado fueron millones de dosis.

Artistas para describir las alucinaciones

Miloš Vojtěchovský,  foto: ČT
Los experimentos consistían en que el paciente, que en todos los casos se presentaba como voluntario, tomaba la droga en un lugar cerrado, bajo supervisión médica, y en ocasiones era grabado u observado tras un falso espejo. En caso de que el individuo sufriera angustia o estuviera en peligro de autolesionarse, se le inyectaba un antídoto y se le dejaba dormir. Luego, normalmente tras un largo sueño, el paciente describía sus vivencias a los médicos.

Los profesionales encargados de supervisar los experimentos aprendían a su vez de otros psiquiatras en un sistema controlado por el doctor Grof, quien junto con Vojtěchovský y Hausner eran los únicos autorizados a distribuir los preparados. Por su parte los pacientes, más que enfermos mentales, eran personas que por sus características o profesión estaban mejor preparados para describir la experiencia y dar una idea a los médicos de lo que el LSD hacía en el cerebro, incide Vojtěchovský.

“Un psicólogo o psiquiatra, o un artista o filósofo, venía a la consulta del experimentador, se repasaban sus motivaciones, y si se consideraban que estas son adecuadas, se realizaba el experimento. Al día siguiente o durante esa semana, y duraba normalmente toda la jornada. Tenía lugar bajo la supervisión de ese experimentador”.

 Ivo Medek,  foto: ČT
No es de extrañar por tanto que en aras de una mayor fidelidad los médicos se pusieran en contacto con artistas habituados a la descripción del inconsciente. Fue el caso, entre otros, del pintor Ivo Medek.

“En aquel entonces era miembro del grupo de surrealistas praguenses del que también era miembro el doctor Luděk Šváb. Él y su colega Sobotkiewiczová hacían estos experimentos en el sanatorio de Bohnice. Con buen criterio creyeron que los artistas surrealistas eran los adecuados, ya que si eran capaces de retratar los sueños, también podían hacerlo con las alucinaciones”.

Un viaje descontrolado al propio interior

Los testimonios de los pacientes, muchas veces acompañados de dibujos o pinturas sobre sus alucinaciones, trazaban toda la serie de síntomas que hoy conocemos sobre las intoxicaciones con LSD. El recuerdo del pintor Roman Erben sobre aquella dosis, hace ya más de 50 años, es una buena muestra de lo que podemos encontrar en los cientos de informes que permanecen archivados desde entonces.

Jiří Anderle,  foto: ČT
“Fue una súbita, incluso burlesca, caída al interior del alma. Uno se encontraba de repente desprendido de su ego. El ego, el yo, desaparecía, se disolvía. Entrabas a formar parte de un espacio cósmico, recorrías el mundo por este espacio. Había un resplandor. Era como la explosión de una bomba. Todo era explosivo, y no había camino de vuelta. Experimenté angustia y miedo. La doctora Sobotkiewiczová se dio cuenta y me puso música. La música fue una fuente fantástica de otras experiencias. Se tocaba en un gran aeropuerto, de dimensiones enormes, y había miles de músicos. Sentí que tenía que saltar por la ventana, pero estábamos en una planta baja y no sucedió”.

El viaje lisérgico venía acompañado en ocasiones de terror o sensación de malestar, aunque en la mayoría de los casos la experiencia era descrita como inocua o positiva. La dimensión individual de los efectos, y sus consecuencias, es sin embargo amplísima. Con los años, algunos de los pacientes de entonces recuerdan el experimento como algo no significativo, para otros supuso un giro vital de gran importancia, como fue el caso del artista Jiří Anderle.

“Fue una experiencia vital clave, ese día. Al girar por un pasillo me encontré con un muro. El camino ya no continuaba. Así terminará tu vida cuando llegue tu momento. No tendrás ni un segundo más de vida. El LSD tiene el poder de llegar hasta lo más profundo, las mismas raíces del ser humano. ¿Y con qué quedarse? Yo me di cuenta de repente por qué estoy aquí en este mundo: para pintar, para dibujar. Y tengo que cumplir esa tarea. Y lo conseguí gracias al LSD”.

El LSD como arma química

Detrás de la masiva producción de LSD checo no había únicamente un propósito médico. Ideado en lo más candente de la Guerra Fría, el proyecto V88 contaba con la posibilidad de usar la sustancia como arma militar. Mientras Grof y sus colegas probaban el Lysergamid con artistas y filósofos, en las instalaciones militares se testaba la posibilidad de usarlo para incapacitar al enemigo. Así lo explica uno de los médicos militares que dirigió las pruebas, el doctor Jiří Bajgar.

Foto ilustrativa: ČT24
“El LSD debía ser una sustancia química militar que no mataba. Los productos químicos de entonces mataban al soldado y de hecho toda forma de vida que estuviera en los alrededores. Mientras que esta sustancia discapacitadora tenía como objetivo influir en el comportamiento sin causar la muerte”.

Uno de sus puntos fuertes era la gran potencia de la sustancia activa. Con tan solo unos microgramos se podía incapacitar totalmente a una persona adulta. En una maleta se podría transportar el LSD necesario para enviar a un viaje alucinatorio a toda la población de Estados Unidos. En un primer momento se barajó su uso en forma de spray, prosigue Bajgar.

“El ejército suponía el uso del LSD bien como aerosol bien en uso diverso, es decir, por ejemplo la contaminación de agua corriente, reservas de agua, etc. Pero se puede decir que el uso en forma de aerosol era lo que más interesaba”. Una de las pruebas fue filmada en forma de documental. Se trata de ‘Experiment’, publicada en 1969 en principio para su proyección en círculos militares.

“Se trató de un experimento de verdad que fue preparado a un alto nivel. Se puede decir que prácticamente fue el primer experimento de su tipo en el mundo. Tuvo lugar en la central del hospital militar de Střešovice en abril de 1968”.

La película recoge como dos grupos de soldados tienen que realizar una serie de tareas de despacho. Uno de los grupos ha tomado LSD, el otro no. Los militares intoxicados, poco a poco, van perdiendo la capacidad de concentrarse y de encontrar sentido a la tarea. Sumido en sus propias bromas y obsesiones individuales, el grupo de disuelve, el oficial que lo dirige pierde su autoridad, y tras varias horas los soldados se ven incapaces de realizar su cometido.

El ácido que conquistó a la juventud

Ivan Douda,  foto: Khalil Baalbaki,   Radiodifusión Checa
En Estados Unidos el LSD pronto escapó de los laboratorios y clínicas psiquiátricas y tomó las calles, convirtiéndose en una droga simbólica de la contracultura. Lo mismo sucedió en otros países de Europa Occidental y, en cierta manera, en Checoslovaquia.

No era difícil robar las dosis o sobornar a personal de la fábrica para que las sustrajeran, y a mediados de los 60 ya se puede hablar de un pequeño mercado negro de LSD en Checoslovaquia, al que acudían sobre todo jóvenes rebeldes con ganas de experimentar. Uno de ellos fue el psicólogo Ivan Douda.

“Lo concebimos como un happening, y un poco como un experimento: vamos a probarlo. En el mundo va de mano en mano y en Inglaterra no es nada excepcional, así que tenemos que probarlo también. Cosas de juventud. Éramos unos cuatro o cinco, cada uno tomó y poco a poco fuimos pasando de juegos comunes a una retracción a uno mismo y el disfrute de cada uno de nuestros multicolores mundos interiores”.

Protagonista de fiestas en apartamentos y, sobre todo, en la seguridad de las casas de campo, el LSD se convirtió en una droga recreativa de uso común.

Jiřina Šiklová | Foto: Alžběta Švarcová,  Český rozhlas
Resulta curioso que una gran parte de los jóvenes de clase media que en los años 60 jugueteaban con el ácido fueran más adelante personalidades políticas o profesionales de importancia. Según la socióloga Jiřina Šiklová, el actual presidente de la República también experimentó con este alucinógeno durante su juventud.

“Uno nunca sabía qué dosis dar exactamente. Me acuerdo que una vez en la casa de campo de un amigo había un excelente estadista, un chico joven, Miloš Zeman, y también le dimos una dosis. Pero no le hizo mucho efecto, no sé si porque era demasiado grande, o no sé. Y el único miedo que teníamos era si era consciente de dónde comenzaba el lago, porque quién sabe si sabía nadar”.

El fin de un viaje lisérgico

El uso recreativo del LSD puso los clavos en el ataúd del uso médico de la droga. En los convulsos Estados Unidos de los años 60, en plena lucha por los derechos civiles, el ácido lisérgico comenzó a ser visto como una droga contestataria, demasiado unida a pacifistas, activistas por los derechos de las minorías y otros grupos en conflicto directo con las autoridades y, al mismo tiempo, con la generación de sus padres.

A finales de la década se puso en marcha a gran escala una campaña en contra del LSD que resaltaba su peligrosidad, por ejemplo los suicidios cometidos por los intoxicados, y algunos efectos no probados como su capacidad de deteriorar el ADN y dejar sin descendencia a sus usuarios. En 1971 fue prohibida terminantemente en Estados Unidos, lo que puso fin a los experimentos sobre sus usos médicos. Lo mismo sucedió en el resto del mundo occidental.

Foto: ČT
En Checoslovaquia la prohibición llegó más tarde, en 1973. Además de los peligros de transgresión social, los experimentos no habían demostrado las propiedades terapéuticas del uso del LSD, más allá de una sensación de euforia los días posteriores, y cada vez menos profesionales apostaban por la sustancia. En cuanto a sus aplicaciones militares, el Ejército había pasado a probar la eficacia de otros productos.

El LSD se dejó de fabricar y fue prohibido. Los informes sobre los experimentos yacen archivados y olvidados y los cientos de miles de dosis que se fabricaron fueron destruidas. Corre sin embargo todavía el rumor que en algún lugar del jardín del sanatorio de Bohnice hay enterrada una caja con varias decenas de preparados, listos para quien los encuentre.

Autor: Carlos Ferrer
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