La enfermedad enseña a disfrutar más la vida
El joven pintor y escultor mexicano, David Treviño, de Monterrey, ofreció recientemente un taller de arteterapia en la Clínica de Oncología Masaryk de Brno. En el marco de su trabajo con las pacientes realizó una exposición de sus pinturas abstractas y figurativas. Más detalles sobre su arte, que convierte en un recurso terapéutico, en esta edición de Hola, cómo estás.
"La mitad de la exposición era didáctica, iba a enseñarles la técnica de acuarela en líquido, y la otra las posibilidades que hay por medio de mi concepto, de cómo se puede expresar libremente según la persona y el carácter. Será para decir: Bueno, Vds. ya saben la técnica, esto es mi propuesta, Vds. hagan su propuesta y éstas son las posibilidades que hay. Entonces, también nuevamente era mitad didáctico y mitad artístico, digamos, acompañado de fotografías que tomé en un museo especial en México dedicado al desierto, el más grande de Latinoamérica. Se llama del Mueso del Desierto y está en el Estado de Coahuila, en la ciudad de Saltillo. Se trata de una serie de fotografías de cactos muy exóticos, que también lo hice con el fin de compartir la cultura mexicana o de territorio de América".
¿Las obras que expones en Brno las realizaste precisamente para ese fin?
"Sí, de hecho fui a Saltillo precisamente buscando algo que fuera muy americano, muy mexicano, pero que también tuviera un toque muy sensible, muy humano. Los cactos se reconocen porque son plantas mucho más sensibles y pareciera que fueran muy agresivas. Pero es lo que ha hecho la evolución para sobrevivir. Las espinas, por ejemplo, como son plantas con mucho agua y los animales en el desierto buscan comérselas, son una manera de defender su supervivencia. Entonces, yo también lo aplicaba a la persona en el hospital. Muchos piensan que frente a una enfermedad así tan fuerte como es el cáncer, la persona se vuelve muy dura. Pero no. O las personas que están cerca de una experiencia muy dura en su vida, se cree que se transforman en personas frías, muy difíciles de penetrar por su dureza. Pero al contrario. Es gente que se vuelve muy sensible y muy profunda porque toca un punto muy fuerte en realidad que la hace reflexionar. Entonces, era una manera también de compartir mi admiración por los cactus y por las personas que por circunstancias extremas son muy sensibles y muy fuertes ante la vida".
¿Cómo te comunicaste con las alumnas?
"Afortunadamente conté con una traductora muy buena al español, porque sí lo requería. Lo pedí porque en esto es muy delicado al estar tratando con pacientes. Si yo digo algo en lo que yo no pude ser específico y lo quiero reiterar, porque el paciente a lo mejor se fue por otro lado, como trabajamos con emociones y a veces con la situación de la enfermedad, será muy delicado. Entonces, tener la traductora ayudó mucho que fluyera el curso con un buen resultado".
¿A ti personalmente te ha influido de alguna manera el trabajo con las personas que sufren una enfermedad tan grave?
"Sí, afortunadamente sí. Realmente, cuando trabajo con niños de Síndrome Down que se supone que son mis alumnos y yo su maestro, pero ellos son maestros míos, yo salgo ganando más, al igual aquí. Son maestros de vida, de disfrutar más la vida, de ver más allá. A lo mejor eso de tocar las piezas es una necesidad mía de hacer ver que hay que ver más allá de nuestras narices, por así decirlo. O sea de vivir más nuestras vidas, de honrarnos más a nosotros mismos y valorarlo, en pocas palabras. Cada vez que tengo un trato con alguna persona en estas circunstancias aprendo más y agradezco cada vez más la vida, el hecho de estar vivo, sano y seguir en esto, ¿no?"