La Revolución de Terciopelo: las expectativas y las desilusiones

Foto: Wikimedia Commons, Public Domain

El fin del comunismo es para los checos el hito histórico más importante de los últimos cien años, según sostiene el Instituto para la Investigación de la Opinión Pública. Las expectativas y las desilusiones posrevolucionarias de los ciudadanos corrientes serán el tema del siguiente programa.

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Jan Opletal,  foto: Wikimedia Commons,  Public Domain
La libertad de expresión, la prensa sin censura, las fronteras abiertas y la posibilidad de emprender. Estos son los fenómenos que los checos más aprecian tras la caída del comunismo.

El proceso de transición hacia la democracia se inició en Checoslovaquia el 17 de noviembre de 1989. Todo comenzó con un mitin convocado por un grupo de estudiantes con el fin de recordar la trágica muerte del estudiante Jan Opletal, asesinado en 1939 por los nazis. La marcha conmemorativa se convirtió en una manifestación contra el régimen comunista cuyos participantes solicitaron el fin del gobierno de un solo partido. La brutal intervención de la Policía desencadenó una serie de huelgas y manifestaciones masivas a lo largo del país que aceleraron la renuncia de los comunistas al poder. Después de más de cuatro décadas, en 1990 se celebraron en Checoslovaquia las primeras elecciones democráticas.

“Por fin podemos viajar sin obstáculos”

De acuerdo con el Instituto para la Investigación de la Opinión Pública, dos terceras partes de los checos valoran positivamente los cambios de la sociedad después de la transición. El 22% sostiene la opinión contraria. Las expectativas de los ciudadanos eran diversas. Una de las más fuertes era la perspectiva de viajar libremente por el mundo, coincide la señora Božena.

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“Mi expectativa era poder viajar más. Es cierto que muchas cosas han mejorado, sobre todo, para los jóvenes quienes pueden viajar sin problemas, adquirir experiencia y estudiar en el extranjero”.

Viajar al exterior representaba en la época totalitaria una misión casi imposible. Para cruzar la frontera checoslovaca había que emprender un maratón burocrático. De la autorización del permiso se encargaba más de una persona: desde el jefe del solicitante, los funcionarios del Ministerio del Interior hasta los agentes de la Policía Secreta Comunista. El objetivo de este procedimiento era verificar que el viajero no estuviera planeando irse de Checoslovaquia para siempre. Una mesa o cajones vacíos en la oficina del empleado representaban una sospecha y podían ser un motivo para impedir su viaje. Una vez que lograban salir del país, la gente ni siquiera podía disfrutar de las vacaciones como quería, afirma la señora Miroslava.

“Para viajar a Occidente había que disponer de un documento conocido como “compromiso de divisas”, que se podía solicitar una vez cada tres años. Era un permiso para cambio de divisas. Generalmente, era posible cambiar una cantidad tan reducida que uno apenas llegaba con este dinero al fin del viaje. Aprecio que hoy día podamos viajar donde nos dé la gana”.

La apertura de las fronteras era también una de las expectativas del señor Karel. No obstante, se imaginaba disfrutar los viajes en otras condiciones, según sostiene.

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“Creo que la frontera abierta es lo único bueno. Podemos viajar de vacaciones a la playa, sin embargo, muchos no tienen dinero para hacerlo y piden préstamos para poder viajar. Lo único que tenemos son centros comerciales, unos coches mejores y nada más. Pero creo que la gente sigue igual”.

No obstante, las estadísticas muestran que el número de viajeros ha ido bruscamente en aumento desde el fin del comunismo. El récord de viajes emprendidos por los checos fue batido en 2008, con más de 9 millones de viajes al extranjero. De acuerdo con la Asociación de Agencias de Viajes, en 2018 el interés de los checos en viajar es enorme y se espera que sea una temporada récord. Llevarse su propia comida al extranjero para ahorrar y mirar cuidadosamente el dinero como en los años noventa ya no es la tendencia: los checos gastan durante sus vacaciones cada vez más dinero.

“La identidad industrial se ha perdido”

Unas colas largas en las tiendas con alimentos y listas de espera para comprar productos como coches o electrodomésticos son otros fenómenos característicos de la época socialista. Para conseguir ciertos productos era necesario tener buenos contactos u ofrecer un servicio recíproco. La economía centralizada manejada por el Estado se mostró ineficaz e incapaz de cubrir las necesidades del pueblo, afirma la señora Stanislava.

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“A la hora de comprar fruta como mandarinas o plátanos para los niños teníamos que hacer cola. Antes de la Navidad se importaban naranjas cubanas, de hecho muy ricas para hacer jugo, pero siempre teníamos que esperar en la cola. Hoy día hay una enorme oferta de todo, pero tienes que tener dinero”.

Tras las privatizaciones, la economía socialista se ha convertido en una economía de mercado donde la escasez de productos ya nos es un problema. Sin embargo, la señora Božena lamenta la pérdida de la identidad de la industria checa.

“Muchas cosas en las que destacamos han desaparecido. Me refiero a varias empresas conocidas en todo el mundo. No esperaba que el Gobierno de entonces llegara a repartir, vender y robar todo lo que las generaciones anteriores habían construido. En lo industrial, este hecho nos hizo volver unos años atrás. Es algo malo para nuestro país. Muchas personas tienen que ir reconquistando estas marcas y la industria desde el inicio”.

Más delincuencia y menos seguridad

Los fenómenos posrevolucionarios más criticados por los checos son una mayor tasa de criminalidad y menos seguridad. El aumento de la delincuencia queda confirmado por el Instituto de Criminología y Prevención Social, así como por el Instituto Checo de Estadísticas. Ambos afirman que la criminalidad llegó a su cima en 1999 con un total de 427 000 delitos. En la actualidad, se denuncian en la República Checa anualmente en promedio 280 000 delitos. La señora Božena también registra una mayor amenaza de su propia seguridad, según asevera.

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“Es algo negativo que antes no enfrentábamos. La gente en los pueblos ni cerraba las puertas de sus casas con llave, lo que en la actualidad es algo impensable. Hoy día, uno hasta tiene miedo de abrir la puerta de su casa cuando alguien toca el timbre”.

Tras el fin del régimen totalitario se disminuyó asimismo el respeto hacia las autoridades, afirma Miroslava.

“Antes la gente tenía miedo a la Policía. Al ver a los agentes, uno hasta se angustiaba. En cuanto a la criminalidad, no había tantos asesinatos y todo estaba más vigilado”.

Estar desempleado en la época totalitaria era penalizado como un delito. El que no mostrara durante un control aleatorio un certificado de empleo o un comprobante de estudiante en su documento de identificación, fue juzgado como un parásito. Con la llegada de la democracia, la obligación laboral fue abolida: un fenómeno negativo para la señora Božena, según explica.

“Ahora la gente joven no quiere trabajar mucho, y esto les impulsa a la delincuencia, al azar, etcétera. Antes era obligatorio trabajar y ganarse la vida solos, pero hoy, mucha gente se dirige a la Oficina de Empleo para cobrar sus ayudas sociales y se las gasta en los casinos. Es algo que el Estado no tiene bajo su control y esto está mal”.

Mientras que durante el comunismo todos tenían que trabajar, con el capitalismo ha llegado el fenómeno del desempleo. En una encuesta realizada en 2014 por el Instituto para la Investigación de la Opinión Pública, una gran parte de los encuestados se mostró decepcionada por la dificultad de encontrar empleo. En noviembre de 2018, el paro no representa un problema en la República Checa: con el 2.8% de desempleados casi ha alcanzado su fondo. Las más de 300 000 vacantes muestran un problema contrario: la falta de mano de obra, que ha impulsado el crecimiento de salarios. No obstante, en opinión del señor Karel, su crecimiento no va de la mano con el aumento de los precios.

“Veo que la gente está muy estresada. Digamos que el alquiler durante el comunismo era de 20 euros y el salario de 60 euros. Hoy día son 575 euros y el salario es de 1150 euros, pero trabajando horas extras y los fines de semana. Obviamente, el salario depende de la ciudad”.

Foto ilustrativa: Vania dos Santos,  Pixabay / CC0
De acuerdo con el Instituto Checo de Estadísticas, la calidad de vida y el bienestar de los checos son más altos que durante el comunismo. Teniendo en cuenta la inflación, en 2016 la gente pudo comprar con el salario medio 1.6 veces más cosas que en 1988. Por su parte, los jubilados pudieron adquirir con su pensión un 42% más productos que en aquel entonces. De acuerdo con la investigación del Instituto para la Investigación de la Opinión Pública, el 54% de los hogares checos viven actualmente de forma satisfactoria con sus ingresos, lo que representa el mayor número desde el año 2002.

En el primer trimestre del año 2018, la economía checa era la quinta más creciente de la Unión Europea y el desempleo en la República Checa sigue siendo el más bajo de los países comunitarios. De acuerdo con la Cámara Económica Checa, para 2019 se pronostica que la economía seguirá creciendo, pero su ritmo estará amenazado por la falta de mano de obra.