Intenaron abatirlas negándoles los artículos higiénicos básicos
El sistema penitenciario fue uno de los instrumentos de represión usados por el régimen comunista contra su propio pueblo. La mano de obra barata de los presos políticos desempeñó un papel importante en la economía dirigida de manera centralizada. En los campos de trabajos forzados en Checoslovaquia de los años 50 y 60 del siglo pasado hubo también centenares de mujeres. A ellas les dedicó el joven historiador Tomás Bursík su libro titulado "Perdimos mucho tiempo ... ¡Pero no a nosotras mismas!".
"Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. Muchas mujeres hicieron el bien? Mas tú sobrepasas a todas. Engañosa es la gracia, y vana la hermosura? La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada. Dadle del fruto de sus manos, Y alábenla en las puertas sus hechos".
Estas palabras del libro de Proverbios del Antiguo Testamento las recordaron antes de Navidades de 1982 los amigos y alumnos de la profesora Ruzena Vacková junto a su ataúd. La profesora de arqueología clásica e historia del arte Ruzena Vacková fue condenada a muerte por los nazis. Los comunistas tuvieron "más misericordia". La sentencionaron a 22 años. Ruzena Vacková pasó en las cárceles estalinistas 15 años, entre otras en la prisión de Pardubice, en Bohemia Oriental.
"La prisión de Pardubice fue transformada en un centro penitenciario de trabajos forzados para las presas políticas. En los años 50 fueron ubicadas allí centenares de presas políticas. Un campo penitenciario mucho más terrible se encontraba en Eslovaquia, fue el campo agrícola de Zielezovce. Algunas de las presas de las que escribo pasaron allí como mínimo una parte de su sentencia. Es realmente increíble. Muchas coincidieron en que había sido un infierno en la tierra. Desgraciadamente, después de la división de Checoslovaquia los materiales de los archivos fueron depositados en Eslovaquia, pero espero que aparezca alguien que se dedique a estudiar ese campo de trabajos forzados", dice Tomás Bursík.
Otra prisión se encontraba en Opava, Moravia del Norte. A la prisión número 2 en Pankrác, Praga, fueron destinadas mujeres embarazadas o madres con bebés recién nacidos.
"Entre los años 1948 y 1960 se trató de unas treinta mujeres que fueron condenadas por crímenes contra el Estado, entonces, las podemos considerar presas políticas, que dieron a luz en Pankrác. La pregunta es ¿qué pasó con los niños después? Había casos en los que quitaron los niños a las madres y los entregaron a un efectivo de la Seguridad del Estado. Hasta transcurridos unos cincuenta años no se enteraron de que sus padres no eran sus verdaderos padres. El procedimiento estándar fue mandar al niño a un instituto de maternidad, siguió la adopción o un orfanato, y luego posiblemente el regreso a sus padres".
Tomás Bursík subraya que los destinos de las presas políticas son muy trágicos, indicando como ejemplo a Vlasta Charvátová, una de las doce mujeres que escribieron en 1956 una carta al secretario general de la ONU.
"Su esposo fue condenado a la pena capital. Ella a cadena perpetua. Durante brutales interrogatorios abortó su segundo hijo. Su primer hijo fue internado en un orfanato. Cuando regresó de la prisión después de la amnistía en 1960 se encontró con un muchacho que ya había cumplido 12 años de edad. Su hijo acabó suicidándose".
Tomás Bursík tuvo la oportunidad de entrevistarse con algunas de las presas políticas. ¿Qué fue para ellas lo más difícil durante su encarcelamiento?
"Fue aquello de lo que casi no hablaron, la humillación, los métodos durante los interrogatorios. Esta es quizá la razón por la que existen tan pocas memorias de las presas políticas. A las mujeres no les agrada volver a su sufrimiento, a esa desgracia que les afectó, la humillación que siguió. No quieren hablar de ello. Siempre han dicho, eso lo tiene en los archivos, allí lo encuentra. Más bien vivieron para el presente y el futuro".
Ante todo en la primera mitad de los años 50 las mujeres carecieron de los utensilios higiénicos básicos. Su falta total provocó la primera huelga de hambre declarada por las presas políticas.
"Las mujeres no tenían compresas para la menstruación. Para resolver el problema, hicieron tiras de una sábana, pero la administración de la cárcel las penalizó inmediatamente por destruir la propiedad de la prisión. Había períodos más crueles, y otros mejores. Las mujeres consiguieron con las huelgas de hambre por lo menos los artículos básicos. Nosotros no nos podemos imaginar el recibir medio jabón para un mes y para mantenernos limpios a nosotros mismos, a nuestro pelo y a toda la celda".
Los guardiantes de la prisión de Pardubice, donde surgieron departamentos aislados para las presas políticas y las monjas, llamado "Castillo" y "Vaticano", respectivamente, inventaban las maneras más sofisticadas de cómo agarrar el alma de sus víctimas.
"Los guardianes colocaron un cubo en una celda para veinte mujeres en el que éstas tuvieron que hacer su necesidad. El peor momento ocurrió cuando les prohibieron sacar el cubo fuera. Ellas trabajaban, comían en la celda y allí estaba el cubo. Por ello, se declararon en huelga de hambre. Los servicios se encontraban en los pasillos, pero también hubo un período en que las mujeres podían usarlos solamente en un tiempo determinado. Si necesitaban ir en otro momento, tardó mucho en que llegara alguien para abrirles la celda".
En junio de 1956 Ludmila Balousová, Libuse Bulínová, Antonie Hasmandová, Vlasta Charvátová, Marie Jandová, Helena Kucerová, Markéta Pavlícková, Dagmar Skálová, Helena Selleyová, Bozena Tomásková y Dagmar Tumová supieron por medio del diario Rudé právo que el secretario general de la ONU, Dag Hammarskjöld, visitaría Praga.
"Ese fue el motivo para que decidieran escribirle sobre sus vidas, sus destinos, los interrogatorios, las condiciones en las prisiones, cada una por sí misma. Eran damas muy inteligentes, y como a la vez eran profesoras, por ejemplo, de la Facultad de Filosofía y Letras, y dominaban idiomas extranjeros, escribieron para cada carta una traducción en alemán, francés e inglés".
Tomás Bursík explica que las doce mujeres se hicieron una pregunta básica:
Pasaron diez años desde que fuera fundada la Carta de la ONU que reconoce el estatuto de preso político. Checoslovaquia la firmó, pero no reconocía ese estatuto. ¿Qué soy si no soy una presa política? ¿Soy peor que una criminal? ¿O no soy absolutamente nada?
Ludmila Balousová-Kotálová recuerda:
"Fue preparado y no lo fue. Simplemente sabíamos que Hammarskjöld debía venir, entonces, nos dijimos que se lo escribiríamos. No pensábamos que ganaríamos. Fue una fanfarronería, una manera de mostrarles que teníamos el poder, que nos meteríamos en algo en lo que no podíamos meternos porque ni siquiera nos lo permitían. Fue un acto de personas que más o menos ya no tenían nada que perder. No estábamos resignadas, no. Pero no teníamos otro modo de vida. ¿Qué me espera? Nada. Sólo tengo mi vida. Yo siempre he dicho: Ese es mi camino. Ya no tengo otro. Pues, se lo escribo".
Las cartas, naturalmente, no encontraron a su destinatario. Permanecieron en los archivos personales de prisión de las mujeres. Únicamente la de Helena Selleyová se perdió. Como castigo las doce mujeres valientes fueron trasladadas a celdas de investigación de la Seguridad del Estado. Pasaron varios meses en aislamiento y luego dos años en la prisión de Pankrác donde tuvieron que convivir con prostitutas y ladronas. Algunas fueron obligadas a vivir algún tiempo en el manicomio de Bohnice. Al cabo de dos años regresaron a Pardubice.
A pesar de todo ello, en una velada celebrada con motivo de la publicación del libro "Perdimos mucho tiempo ... ¡Pero no a nosotras mismas!", Ludmila Balousová-Kotálová dijo con Edith Piaf: ¡No me arrepiento de nada!
Los recuerdos de Ludmila Balousová-Kotálová fueron grabados por Tomás Bursík y Mikulás Kroupa, formando parte del proyecto "Historias del siglo XX".