“Gracias a Praga he aprendido a descubrir Santiago”

María Erina Naranjo Maldini

María Erina Naranjo Maldini es una pintora chilena, que reside en Santiago, pero que tiene una relación muy cercana con Praga, ciudad por la que profesa una admiración confesa. Acaba de inaugurar su segunda exposición en la capital checa, titulada Raíces, en la que rinde homenaje a sus antepasados, que llegaron desde Europa a Latinoamérica, en busca de mejor vida, y llega hasta el presente, con su hijo haciendo el recorrido a la inversa, con el mismo propósito.

¿Qué la trae a Praga?

“Bueno, primero, ver a mi hijo, que vive en Praga. Y aproveché la oportunidad de traer algunos de mis trabajos para mostrarlos aquí en la galería Julio Cortázar de La Casa Blů, que es segunda vez que lo hago”.

¿Y en qué se diferencia esta exposición de la anterior?

“Absolutamente en todo. Primero, en la técnica, la anterior fueron óleos y acrílicos sobre tela, ahora es únicamente dibujo. Y éste es el inicio de un tema que estoy abordando en este minuto que es una cosa bien complicada, es como largo. Partí pensando en el Golem de Praga, empecé a estudiar el Golem y qué es esto de crear una persona, digamos alguien que te sirve, que te influye en la vida. El Golem es alguien que anda dando vueltas y que influye en la vida de las personas. El tema es, pensando en los europeos que llegaron a Chile a comienzos del siglo XX, que se casaron, tuvieron hijos, descendientes, y esos hijos tienen una influencia europea muy grande. De hecho, mis abuelos llegaron allá”.

¿Descendientes checos?

“No, italianos. En este trabajo, si tú te fijas, hay una bota de Italia y hay un mapa de América en alguna parte. Entonces estoy como trabajando y pensando, éste es el primer paso en el tema, ¿ya? Y pensando que las raíces esas europeas tiran tan fuerte que por alguna razón estos descendientes vuelven a Europa. O sea, pensemos en mi hijo, que teniendo su profesión, toda su vida hecha en Chile, de repente bum, partió a Europa. Algo pasa, algo pasa y eso es lo que estoy investigando”.

Esta exposición se centra en esa investigación, entonces.

“Claro, trabajé con dibujos y fotocopias de fotos, están las fotos de los abuelos, de los papás, de los hijos. Y después empieza a haber un trabajo, pero es un trabajo que supuestamente está influenciado por estas personas que llegaron y después termina siendo un trabajo de un chileno común y corriente, te fijas, que soy yo, pero hay una cosa extraña que tira de las raíces”.

Las raíces que están aquí, entonces, ¿son sus raíces?

“Sí”.

¿Y estos dibujos los hizo pensando en exponerlos en Praga?

“Sí, este trabajo lo hice especialmente para Praga pero con un tema que vengo trabajando hace mucho tiempo. Dije: voy a Praga, no voy a llevar óleos ni bultos grandes, voy a llevar algo que sea fácil de llevar pero que sea un trabajo que me satisfaga, evidentemente, que sea algo que pueda presentar. Y por eso hice dibujos. Son dibujos, grabados y fotocopias intervenidas. Es una técnica bien mixta la que he estado usando. Pero como te digo, fue hecho especialmente para traerlo a Praga”.

Y acá en Praga, ¿ha tenido tiempo para crear?

“No, la verdad que no. Cuando viajo, poco dibujo sino que más bien observo, tomo fotos. Antes dibujaba mucho en los viajes. Ahora no. En las últimas dos, tres veces, muy poco”.

Después llega a Chile, a su hogar, y ahí la experiencia de Praga...

“Exacto. La experiencia del viaje la aplico a la vuelta, sí”.

¿Y qué le parece Praga, la República Checa?

“Praga me gusta cada vez más. Cada vez es nueva para mí. Cuando estoy en Santiago, me digo: parece que conozco Praga mejor que Santiago. Y llego a Praga y me doy cuenta que no la conozco y empiezo a conocerla de nuevo y me empiezo a fascinar de nuevo. Y camino y camino... Me gusta mucho”.

¿Qué le gusta de Praga, en comparación con Santiago, por ejemplo?

“El poder ir caminando por las calles e ir mirando esos edificios maravillosos. Pero sabes tú, he aprendido otra cosa. Cuando llego a Santiago también miro los edificios, antes no los miraba. Y descubro que allá también hay cosas, evidentemente no como lo que hay acá, pero uno tiene que aprender a mira la ciudad y Praga me gusta porque hay algo que hace que uno la mire”.

¿Se podría decir entonces que Praga le invita a mirar Santiago?

“Podría ser, me ha enseñado a mirar la ciudad”.

¿Eso pasa, quizás, porque Santiago no es tan fotogénico y la gente no habla muy bien de Santiago?

“Y un poco porque los chilenos pensamos que lo lindo está afuera. Pero después tú te das cuenta que no. Porque puede ser maravilloso Praga, que lo es, pero después llego a Santiago y me digo que no estamos tan mal”.

Más información sobre la exposición Raíces, de María Erina Naranjo, en la siguiente página web: www.lacasablu.cz

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