En Valtice pueden degustar los cien mejores vinos de las tierras checas

Foto: Autorin

"Si has tomado vino en sueños, tus preocupaciones se desvanecerán", leemos en los libros de oniromancia. Durante este Radioviaje podrán no sólo soñar con el vino, sino que también lo degustarán. Nos dirigimos al Salón del Vino de la República Checa, situado en la ciudad de Valtice, en el sur de Moravia.

Un poeta francés declaró que el vino es un extracto de la alegría y de la salud.

Otro autor afirmó que un consumo razonable de vinos de calidad es la forma más eficaz de lucha contra el alcoholismo.

Palacio de Valtice
En el Salón del Vino de la República Checa pueden comprobar la veracidad de estas palabras. Se trata de una exposición pública de los cien mejores vinos de las tierras checas. Ubicada en una bodega del palacio de Valtice, está abierta a lo largo de todo el año excepto el mes de febrero. Ese mes los vinos expuestos son sustituidos por los de una nueva edición.

Los vinos que al final reciben el honor de ser incluidos en el Salón del Vino pasan por una selección muy estricta, según nos explicó el encargado principal de la bodega de Valtice, Marek Babisz.

"El viticultor no puede presentar su vino a este certamen más prestigioso de la República Checa por su propia iniciativa. Se nominan solamente aquellos vinos que han tenido éxito en alguna de las 7 exposiciones de viticultura estipuladas por el Salón del Vino. Luego se lleva a cabo una degustación que corre a cargo de degustadores internacionales que disponen de un certificado europeo".

En el pasado mes de enero se efectuó ya la séptima degustación del Salón del Vino de la República Checa. De los 345 vinos nominados, un número récord en la historia del certamen, se eligieron para la exposición 63 vinos blancos, 35 vinos tintos y 2 vinos espumosos.

La región vinícola más exitosa fue la de Mikulov, de Moravia del Sur. Tan solo un vino procede de Bohemia, de la región vinícola de Litomerice.

De las variedades del vino, cuenta con la mayor representación el Sauvignon, seguido por el Chardonnay, Rheinriesling, Riesling italico y Blaufränkisch.

Marek Babisz
En cuanto a los años se ha situado en primer lugar el 2005.

Bajamos la escalera de piedra, pedimos a la entrada una copa, abrimos la puerta maciza de madera y entramos en el Salón del Vino.

Los barriles llenos nos esperan.

Anualmente pasan por el Salón del Vino en Valtice unos 13 mil visitantes, para los que están preparados diferentes programas, explicó el sommelier Marek Babisz.

"El más frecuente es la degustación libre. El visitante paga en la recepción una entrada y durante 90 minutos puede degustar unos ochenta de los vinos expuestos. Tiene así la oportunidad de hacerse una imagen de la viticultura checa, comparando la misma variedad del vino de diferentes regiones o el mismo año de diferentes productores".

Depende de cada uno si prueba diez o cuarenta muestras.

Foto: Martina Schneibergová
"Yo creo que degustar unas 20 o 30 muestras es cantidad suficiente para que uno disfrute del vino teniendo también tiempo para leer alguna información sobre el vino. Cada año publicamos un catálogo de esta exposición donde figuran todos los vinos. Explicamos el origen de las variedades, cómo se hace la degustación y hay también espacio para apuntes. Los que vienen cada año desde la primera edición pueden hojear los catálogos teniendo un recuerdo agradable".

A los grupos el Salón del Vino les ofrece una degustación guiada con un sommelier que dura aproximadamente media hora. Los visitantes más exigentes pueden pedir un programa especial durante el cual se degustan exclusivamente los vinos dulces - vino helado, vino de paja, selección de granos y selección de granos pasados.

El Salón del Vino sirve a la vez como un autoservicio. Al final de la degustación pueden llevarse una botella de su vino favorito. Las reservas son ricas. Cada viticultor tiene que proporcionar 550 botellas como mínimo para la exposición.

Foto: Martina Schneibergová
"Relativamente con mucha frecuencia se degusta y vende Malverina, una variedad morava de vino blanco que no se cultiva prácticamente en otras partes del mundo".

El dramaturgo checo Alois Mrstík opinó que "la gente que cultiva la vid y cuida del vino, debería ser educada, sabia y tener un buen corazón para que se reconozca que trabaja con valores nobles".

La viña se cultiva en las tierras checas desde el siglo IX. Los hallazgos arqueológicos de navajas para la viticultura y de semillas de la vid testimonian que los eslavos viejos se dedicaban al cultivo ya en los tiempos del Imperio de la Gran Moravia.

Según la leyenda, en 892 llegó el primer vino a Bohemia. El príncipe moravo Svatopluk regaló al príncipe de Bohemia Borivoj y su esposa Ludmila un barril de vino moravo con motivo del nacimiento de su hijo Spytihnev. Ludmila ofreció un poco de vino a la diosa Krosyne pidiéndole una lluvia abundante. Su deseo se cumplió y la cosecha fue salvada.

Borivoj y Ludmila adoptaron el cristianismo y plantaron los primeros viñedos en Bohemia en los alrededores de la ciudad de Melník. En la viña entre las aldeas de Nedomice y Drísy aprendió a fabricar el vino su nieto, el príncipe Venceslao, que fue venerado por los viticultores checos como el "Maestro Mayor de los Viñedos".

La propagación de la viticultura en las tierras checas en el medioevo se debe ante todo a los monasterios. El texto más antiguo de un código de viticultura procede del año 1281, refiriéndose a la propiedad de la Iglesia en los alrededores de Kromeríz, en Moravia Sudoriental.

Los viticultores checos son también supersticiosos. Por ejemplo, no se puede brindar con el vino joven antes del día de San Martín. Si se violara esta regla, el vino podría despertarse y deteriorarse.

Mientras que los franceses tienen que esperar para su Beaujolais hasta el tercer jueves de noviembre, los checos degustan el primer vino de la última cosecha ya a las once horas del once de ese mes.

De allí la marca del vino de San Martín que introdujo al mercado checo a principios de los años 90 el ingeniero Jirí Kopecek de Valtice, presidente de la Academia de Viticultura de Valtice, según nos explicó el sommelier Marek Babisz.

Jirí Grmolec,  el sacerdote de Valtice
"El señor Kopecek encontró en los archivos que el día de San Martín terminaban todas las labores en el viñedo y en el campo. Los labradores y los granjeros hacían un festín, preparando un ganso al horno y probando el vino joven".

Abandonando el Salón del Vino, escuchemos la oración de los viticultores, que pronuncia el sacerdote de Valtice, Jirí Grmolec.

"Padre nuestro, que estás en el cielo, rezo a ti por una buena cosecha de uvas, perdona nuestras ofensas, no nos castigues a nosotros ni a nuestros viñedos. Haz que la viña joven crezca bien y produzca pronto uvas buenas y dulces, que la cosecha de la vid adulta sea grande y de calidad, por eso rezo tal como lo hacían nuestros antepasados piadosos, y creo firmemente en que me escuches. Para que la vid no se congele, para que no la destruyan las enfermedades, para que las uvas no se desechen, y los estorninos no las coman. Dios, dé a los viñedos un buen tiempo, bastante nieve en invierno para que la tierra descanse y reciba la humedad, tiempo caliente y soleado durante la vegetación para que la flor no caiga. Dios, te lo pido todo con humildad, y espero tu ayuda en la que confío y que te agradezco".

"Si has visto vino blanco, tendrás la sensación de contento. Si has visto vino tinto, estarás siempre de buen humor".

Cerramos nuestro libro de oniromancia y les dejamos, amigos, soñar con las copas de un buen vino, por ejemplo, de aquél del Salón de Valtice.

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