"Cuando estás solo y haces amigos los aprecias más, porque te das cuenta de lo importantes que son"

Karlos Tocino

Karlos Tocino dejó sus amadas montañas vascas, en España, para empezar una nueva vida en Praga. Este licenciado en historia, que entonces contaba con 29 años, llegó sin casa, sin trabajo, sin amigos, y se hizo a sí mismo. Ahora, ya de vuelta en el País Vasco, nos contó por teléfono su aventura checa.

Karlos en Konopiště
Tú estuviste unos dos años aproximadamente en la República Checa, ¿verdad?

Pues sí, dos cursos escolares, digamos.

Cursos escolares porque trabajaste como profesor.

Eso es, de español. En una escuela. En unas escuelas.

¿Y qué tal fue la experiencia?

La experiencia de enseñar español bastante buena. El primer año un poco complicado, porque no tenía experiencia. Y el segundo año mejor, porque además el primer año estuve en varias escuelas, también tenía muchas clases privadas... Mientras que el segundo año conseguí un contrato a tiempo completo con una escuela y eso me dio más tranquilidad.

Y Karlos, tú llegaste al principio sin trabajo. ¿Cómo fueron los primeros meses en Praga? ¿Fueron complicados?

Hombre, fue complicado a lo mejor sobre todo el primer mes. Había conseguido solo dos entrevistas de trabajo. Entonces me fui allí solamente con eso, y había reservado una habitación en un hostal. El primer mes tuve que estar buscando trabajo y a la vez piso. Entonces fue complicado. Fue duro. Pero bueno, todo se pasa.

¿Cuánto tiempo te costó encontrar piso y trabajo?

Karlos y su panelák
El piso lo encontré igual en dos semanas. El trabajo poco a poco. Ya te digo que el primer año estuve con horas sueltas: que si conocía a un profesor al que le sobraba alguna clase y me la pasaba a mí, que en una escuela tenían dos horas a la semana para mí... Eso lo fui consiguiendo poco a poco. De hecho durante todo el primer año estuve consiguiendo clases. Que igual alguna se acababa... Vamos, que no es que el primer mes encontrara todo el trabajo que necesitaba, sino que fue algo mucho más progresivo.

Y también: ¿llegaste sin conocer a nadie?

Sí, la verdad es que no conocía a nadie aquí. Pero eso también es una experiencia muy bonita, porque si estás en un sitio en el que conoces a una persona de antes, tienes algunos amigos, bueno, parece como que te quedas con ellos. En cambio en mi caso, fui allí, no conocía a nadie. Necesitaba conocer a gente por un lado para que me ayudaran y por otro lado simplemente para salir. Y entonces como que te obligas a conocer a gente. Porque también los vascos somos, como los checos, yo creo que bastante tímidos. Y siempre, cuando estás solo y haces amigos los aprecias más, porque te das cuenta de lo importantes que son.

Y cuando estabas en Praga, en la República Checa, ¿qué es lo que más echabas de menos de tu tierra? ¿Y qué es lo que echas más de menos ahora que ya no vives aquí?

Karlos Tocino
Cuando estaba allí, lo que más echaba de menos son los montes. Aparte de la familia, por supuesto, la familia y los amigos, los montes es lo que echaba de menos. El ir al campo, que aquí lo puedo hacer todos los días y allí pues no. También echaba de menos el pescado, por ejemplo, y también igual mi cuadrilla.

¿Y qué echas de menos ahora, de Praga?

Ya simplemente el pasear por Praga. La verdad es que pasear por Praga era muy bonito, era precioso. Aunque está lleno de turistas y tal, pues el ir al castillo, el ir a Ledná, era algo que me gustaba. Y ahora lo echo mucho de menos. Y qué sé yo, la educación de la gente. Porque aquí por ejemplo te bajas del tren y para salir tienes que abrirte paso entre toda la gente que quiere entrar. En cambio en Praga no, ahí la gente se apartaba y te dejaba salir. Y eso me gustaba mucho. Y otra cosa que echo también de menos de Praga es el silencio. Yo por ejemplo, cuando estaba en mi piso, no me enteraba de que tenía vecinos. En cambio aquí los oigo a todas horas. Y es un poco molesto.

¿Qué diferencias encuentras entre España, País Vasco, y la República Checa? En cualquier cosa, tanto en la gente, como en la cultura, en las tradiciones... Lo primero que se te ocurra.

Pues por ejemplo, una cosa que me gustó de la República Checa es que a los checos les gusta mucho la vida en el campo. Eso de que el fin de semana se van a la chata, a la chalupa. Y por ejemplo cuando estuve con unos amigos en unas barcas, na vodě, no sé cómo se dice en español. O sea, bajando el río, no me acuerdo cuál era. Y el ambiente era, cómo decirlo, casi como de campamento. Muy sencillo.

Karlos en el País Vasco
Y eso te gustó.

Sí, sí me gustó.

¿Y qué cosas no te gustaron?

Sobre todo el trato al público en los bares, restaurantes y tal. Es un poco seco. Entonces para la gente que va allí a hacer turismo yo creo que se pueden llevar una mala impresión.

¿Qué te llevaste de recuerdo de la República Checa cuando volviste a España?

¡Puf! Muchas cosas. Estuve mucho tiempo pensando en eso, en Praga, en la República Checa. Estuve allí dos años viviendo. No estuve de turista, entonces digamos que tuve que cambiar de vida por completo. Y eso fue duro, la verdad. Porque si yo hubiera seguido allí mi vida habría sido completamente distinta. Y de hecho podría haber pasado que por lo que sea me hubiera quedado. Entonces tuve que elegir entre aquello y esto. Y hombre, es duro. Porque no se pueden escoger las dos cosas a la vez, y yo tuve que escoger y me quedé sin aquello.

Muy bien. Pues cuando quieras, ya sabes que vas a poder volver.

Sí, claro, por supuesto.

Bien, Karlos, muchas gracias.

A ti.

Autor: Carlos Ferrer
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