“Aquí en Europa he sentido el racismo”
Franco Ramírez es un joven mexicano radicado en Praga desde hace pocos meses, que estudia checo con pasión y ansía dominar el lenguaje de esta tierra para poder estudiar una carrera o trabajar acá. Antes había vivido en Canadá y ha viajado por muchos países europeos, así que tiene una noción más o menos clara de las distintas idiosincrasias.
“Mi intención es quedarme aquí después de aprender la lengua lo más que pueda, quedarme aquí y conseguir un trabajo y vivir aquí. Yo estudiaba diseño industrial en México, entonces me gustaría hacer algunos muebles quizás, también me gusta la pintura, pinto, entonces me gustaría hacer algunas exposiciones o subastas en algunos bares de aquí del centro de Praga, que ayudaría a juntar la comunidad latina, que ayudaría también a llevar gente a los lugares de las personas que me ofrezcan estos lugares, y me ayudaría a mí a conseguir un poco de dinero, porque no me gustan mucho los trabajos de oficina o cosas así, sino me gusta más trabajar por mi cuenta”.
Con inquietudes artísticas, dice que en su tiempo libre trabaja haciendo diseños en su computadora, mientras va descubriendo las bondades de la vida en la capital checa.“Ahorita mi prioridad es estar en el curso, es lo que me absorbe casi todo el tiempo, estudio desde las 9:00 de la mañana hasta la 13:30 de la tarde, entonces mi prioridad ahorita y hasta que termine el curso, en junio, es estudiar checo y aprender lo más que pueda. Ya después me pondré a buscar algún trabajo, o a ver de qué manera me puedo ganar la vida, pero también en mis ratos libres, por la tarde estoy trabajando en eso, diseñando muebles en la computadora, algunas cosas que yo podré diseñar o pintar para después venderlas”.
Reconoce que el checo le está dando dificultades, pero se esfuerza y cada día aprende algo nuevo.“Me cuesta demasiado trabajo porque la exigencia gutural, no es demasiada como en otras lenguas, pero la estructura, gramática es muy pesada, hay muchas declinaciones. Yo estaba aprendiendo alemán en México y sólo hay cuatro casos, nominativo, genitivo, acusativo y dativo y acá hay siete casos me parece, entonces, sí la gramática y el estructurar las frases es muchísimo más pesado que cualquier otra lengua para mí”.
Entre las razones que esgrime para explicar por qué decidió emigrar de su país y radicarse en el corazón de Europa, menciona el estado de violencia generalizada de su país, que lo condiciona todo e impide desarrollar una vida apacible y normal.
“Porque ahorita México es muy violento, demasiado violento y también es una ciudad muy grande, yo ya viví allá 22 años, 23 años, y estoy en una edad donde soy muy joven y es precisamente cuando las personas son jóvenes es cuando más pueden aprender otras cosas, que tienen tiempo y las ganas de poder aprender mucho. Y en México se me dificulta aprender, a mí me gusta mucho aprender otras lenguas, o bailar o pintar porque es lo que una persona necesita para el desarrollo integral, ya sea danzar, ya sea pintar o hablar otras lenguas”.En ese sentido, la propia geografía de su país le dificulta este contacto con otras culturas y Praga se lo facilita, como explica a continuación.
“Y en México a veces esto se dificulta mucho, porque viajas diez horas en autobús, doce o catorce horas, y todos siguen hablando español, y acá viajas dos o tres horas y ya estás en otro país hablando otra cosa. Y la ciudad de Praga me parece mucho más internacional que ciudad de México, aparte de que en Ciudad de México yo nací y me crié en la parte norte y es una zona muy marginada, entonces no es para nada internacional la zona norte donde yo vivía, y para que puedas conocer y aprender del mundo necesitas estar en contacto con gente de todo el mundo”.La verdad es que la República Checa no es la primera experiencia internacional de Franco Ramírez. Antes ya había vivido unas temporadas en Canadá.
“Pasé dos veranos allá en Toronto, estaba pensando en vivir allá pero la verdad es que el norte de Norteamérica me parece como una ciudad de plástico, todo es perfecto, tiene un transporte muy bien, pagan muy bien, pero no se respira el arte, no se respira la historia en las calles. Aquí sales, caminas, y cada edificio ves que en la entrada tiene esculturas o cosas de cierto gremio, que tiene una historia muy pesada y te dan ganas de estudiar, de aprender, de querer aprender muchas cosas, y en Norteamérica las ciudades son como te dije, de plástico”.
Y si bien al final decidió no radicarse en Canadá, dice que en Toronto es el único lugar en el mundo donde no ha sentido racismo.“La calidad de vida puede estar muy bien, pero a veces en mi caso cuando estuve en Toronto me gustó mucho porque es la ciudad donde yo jamás sentí racismo, aquí en Europa yo sentí racismo, cada país tiene ciertos problemas como raciales, no sé en Alemania como tienen muchos turcos, la gente no quiere a los musulmanes a los turcos en Francia también los musulmanes o los negros, en España nos dicen a los latinos sudacas”.
Como lleva tan poco tiempo en Praga, todavía no identifica bien el tinte racista de los checos, aunque tiene sus sospechas.
“Y en Praga todavía no lo identifico, llevo dos meses y medio, siento quizás que pueda haber racismo contra los gitanos, y quizás contra los ucranianos o contra los rumanos. A mí ya me intentaron robar una vez y cuando yo le pregunto a un checo: ‘¿Las personas que normalmente roban aquí, quiénes son?’. La gente lo asocia con los rumanos, me dicen los checos, y aunque no quieren ser racistas, la verdad es que mucha gente asocia a los rumanos con cosas no muy buenas”.
En todo caso, aunque esa experiencia con la delincuencia en Praga fue fallida, no deja de ser irónico que un mexicano que huye de la violencia de su país llegue a la en apariencia pacífica capital checa para encontrar más de lo mismo. “Aunque por suerte los intentos de robo acá son sin violencia, por lo que he podido ver”, se apresura en aclarar.