Lapidario de Praga

Entre las valiosas colecciones del Lapidario del Museo Nacional se conservan unas dos mil esculturas de piedra y fragmentos arquitectónicos de varias épocas. Una cuarta parte de ellas se hallan expuestas en un edificio poco llamativo, situado cerca del Recinto Ferial del barrio capitalino de Holesovice.

Los lapidarios, cuyo nombre surgió de la palabra latina "piedra" " lapis " surgieron en el curso del siglo XIX como resultado de las obras de restauración de varias catedrales góticas, en cuyo marco los valiosos y muchas veces dañados elementos arquitectónicos y obras plásticas fueron reemplazadas por réplicas. Es que se hizo necesario conservar los originales y protegerlos de la destrucción. Así surgieron los primeros lapidarios que, con el correr del tiempo, se convirtieron en parte inseparable de los museos.

En el Lapidario del Museo Nacional, en Praga, se conservan los monumentos históricos más importantes y valiosos de la cantería y la maestría escultórica de los siglos XI al XIX, y excepcionalmente de principios del siglo XX. Las obras fueron elaboradas, en su mayoría, de los materiales más empleados en las tierras checas, es decir, marga, piedra arenisca, granito y mármol.

Las colecciones incluyen también muestras de ornamentos arquitectónicos como baldosas medievales, bloques de barro cocido renacentista, y vaciados en yeso de esculturas del siglo XIX.

En la exposición del Lapidario del Museo Nacional los visitantes pueden familiarizarse primero con el método de extracción y el tratamiento de la roca a ser utilizada con fines escultóricos, y con métodos de limpieza, protección y restauración de los componentes de piedra que estén deteriorados. Luego pueden visitar las salas en las que figuran expuestos, por orden cronológico, monumentos históricos salidos de las manos de simples canteros y tallistas, y de verdaderos maestros del arte plástico checo.

Así, en las colecciones del Lapidario podemos encontrar obras que son verdaderas joyas del arte plástico checo. En la exposición están representados también muchos monumentos que adornaban en el pasado la metrópoli checa, pero que hoy en día sólo podemos ver en cuadros antiguos y en tarjetas postales.

Entre ellos figuran, por ejemplo, el torso de la estatua del caballero Bruncvík, que a inicios del siglo XVI habían colocado en uno de los pilares del Puente de Carlos los burgueses del barrio de la Ciudad Vieja de Praga como símbolo de sus derechos y privilegios. La estatua fue dañada en 1648 por los suecos y sus restos permanecieron en el lugar como documento de la Guerra de los Treinta Años. Recién en 1884 fue colocada en su lugar una escultura nueva, obra del escultor Ludvík Simek. Es que el aspecto del original de Bruncvík medieval se conocía gracias a una miniatura, que había sido hecha de alabastro para las colecciones del emperador Rodolfo II.

En el Lapidario se encuentran también fragmentos de la antigua columna mariana de la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga, del destacado escultor barroco checo Jan Jirí Bendl. La columna fue derrumbada y destruida por la muchedumbre envalentonada en noviembre de 1918, recién fundado el Estado Checoslovaco independiente, por pensar que la columna era otro de los símbolos de la hegemonía habsburga. La Sociedad para la Renovación de la Columna Mariana inició en 1990 una campaña a favor de la restauración de la columna y de su colocación en el sitio que originalmente ocupaba en la Plaza de la Ciudad Vieja.

En las colecciones del Lapidario, los visitantes pueden apreciar también la estatua de San Venceslao que originalmente fuera instalada en el antiguo Mercado de Caballos de la capital checa, hoy Plaza de Venceslao. Allí se encuentra actualmente la estatua ecuestre de este patrono de la nación checa, que hizo el famoso escultor checo, Josef Václav Myslbek, en 1903.