La fuga de cerebros
La fuga de cerebros del mundo científico empieza a ganar envergadura en la República Checa. Según las estimativas, hasta un 10 por ciento de los científicos nacionales decide buscar mejores condiciones de trabajo y salarios más altos en el extranjero o en el sector privado.
¿A qué se debe el éxodo de los científicos checos? Veamos algunos ejemplos recientes: El destacado especialista en Oncología, Petr Kavan, se fue del hospital universitario de Praga para dirigir el departamento de Oncología en una clínica canadiense porque en su país sentía un profundo desánimo. El ex catedrático de la Facultad de Física y Matemáticas de Praga, Jirí Witzany, que realizara estudios de posgrado en Pensilvania y California, cambió la carrera académica por el trabajo en el Banco Comercial. Un colega suyo se quedó en los Estados Unidos porque con el salario que ganaría en Praga como científico no podría pagar el alquiler de un apartamento en la ciudad.
En la República Checa, las remuneraciones de los científicos, incluso en los centros más prestigiosos, son muy bajas. Cualquier joven científico que haya estudiado en universidades extranjeras y reciba en este país 20 mil coronas mensuales de sueldo, equivalentes a 500 dólares, ya es un caso excepcional.No extraña que de cara a tales condiciones los científicos opten por buscar trabajo en el extranjero o en firmas privadas del país.
En la República Checa la situación no es todavía tan desastrosa como en Polonia, Rumania o India, países donde entre el 40 y el 50 por ciento de los científicos optan por el éxodo.No obstante, el vicepresidente de la Academia Checa de Ciencias, Karel Jungwirt, advierte que la situación en la ciencia nacional es muy precaria y en el futuro podría deteriorarse de tal manera que ello afectaría a toda la sociedad. Jungwirt considera grave el hecho de que los mejores científicos abandonen la investigación en busca de mejores salarios fuera de la ciencia. La fuga de los científicos afecta, además, a los ramos con mayor futuro, como la biotecnología,la genética o la informática.
El Estado Checo destina a la ciencia el 1,2 por ciento del Producto Interno Bruto,es decir, dos veces menos que la Unión Europea. Si ello no cambia, la sangría de la ciencia checa continuará.