Skinheads checos atacan a los gays
Además de agredir a personas de etnia gitana, los cabezas rapadas checos vuelcan su agresividad últimamente también contra los gays.
El pasado fin de semana ocho cabezas rapadas atacaron un club de gays en la ciudad de Liberec, Bohemia del Norte. Según testigos presenciales, los atacantes gritaban lemas fascistas y saludaban al estilo nazi. Dos integrantes del grupo, de 18 y 15 años, respectivamente, han sido detenidos y acusados por la policía de gamberrismo y propagación de movimientos encaminados a vulnerar los derechos y las libertades de los ciudadanos. El skinhead mayor de edad podrá ser condenado a cinco años de cárcel, y el menor, a dos años y medio. Los restantes integrantes del grupo huyeron antes de que llegara la policía. El presidente de la Iniciativa Gay en la República Checa, Jirí Hromada, valora positivamente la intervención de la policía, pero teme nuevos ataques a la minoría gay. Señala que, por ejemplo, en Praga hay unos 40 clubes gays y que sería lamentable que el suceso ocurrido en Liberec intimidase a sus visitantes.
Hromada quiere dirigirse al ministro del Interior, Stanislav Gross, pidiendo una actuación más enérgica contra los skinheads. El representante de la comunidad gay checa recuerda que el pasado la policía no intervino en los mitines donde los cabezas rapadas exhortaban a exterminar a los gays y a las lesbianas. Según Hromada, los skinheads se han envalentonado después de que algunos representantes de la Iglesia Católica declararon que la homosexualidad es una enfermedad que puede ser curada.
El politólogo Miroslav Mares de la Universidad Masarykiana de Brno afirma que los homosexuales son apenas una de las minorías contra la cual vulecan su odio los skinheads que hostilizan también a los gitanos, los judíos y los refugiados de color de piel y mentalidad diferentes. Entre los seguidores del movimiento skinhead reina un espíritu de militarismo y de la supuesta superioridad varonil. Los cabezas rapadas opinan que la homosexualdiad es algo afeminado que perturba la evolución de la sociedad, explica el politólogo Miroslav Mares.