Jardines de la zona del Castillo de Praga
Les invitamos a visitar otro interesante lugar de la República Checa. Esta vez les acompanaremos a los jardines que se extienden en la zona junto al Castillo de Praga.
En el territorio de Praga hay un gran número de jardines y parques históricos: los hay junto a palacios, monasterios, en lugares donde antano se extendían diversos cotos o vinedos y los hay también en las islas en el río Moldava que atraviesa la ciudad de punta a punta.
En la era barroca, en el siglo 18, fue desarrollándose todavía más este carácter de los jardines, cuando comenzaron a formar parte inseparable de los palacios, monasterios y otras edificaciones en Praga.
Con el paso del tiempo y el crecimiento de la capital checa, algunos de los jardines capitalinos fueron desapareciendo y otros se conservaron hasta la actualidad. Entre ellos, los jardines que rodean al Castillo de Praga y que cada año, con la llegada del primer día del mes de abril, se abren al público.
Es también en esa época cuando comienzan a florecer en ellos las primeras flores, que abren sus pétalos al sol despertando paulatinamente después del largo sueno invernal.
Del medioevo data el llamado Foso de los Ciervos, originalmente un parque en las inmediaciones del Castillo de Praga en el que se cultivaban arboles y arbustos raros y que a mediados del siglo XVI fuera convertido en coto real. De allí también su nombre. Lo cierto es que en el parque desde entonces había una gran cantidad de ciervos.
Ese uso del Foso de los Ciervos, no obstante, no se conservó hasta la actualidad, por lo que hoy ya no es posible encontrar en los parques del Castillo de Praga a ningún cazador con arma al hombro...
Pero sí, en verano, uno puede encontrarse en los jardines junto al Castillo con hermosos pavos que se pasean con la cabeza bien en alto, convencidos de ser las aves más bellas del mundo...
El Jardín Real de Praga enlaza con el Foso de los Ciervos. En ese jardín fueron construidos varios invernaderos, donde, por primera vez en la historia de Praga, crecieron higueras, limoneros, naranjos, albaricoqueros y almendros.
El Jardín Real fue fundado en 1534 por encargo del soberano Fernando I de Habsburgo. Un puente de madera que atravesaba el antiguo coto real unía al jardín con el Castillo de Praga. La arquitectura del Jardín Real le fue conferida a los mejores jardineros de la Europa de entonces .
Y fue precisamente también en el Jardín Real junto al Castillo de Praga donde por primera vez en la historia del Reino Checo y gracias al gentil regalo de un sultán turco se cultivaron tulipanes. Su cultivo fue extendiéndose más tarde por toda Europa Occidental. O sea, que en Praga los tulipanes se cultivaban mucho antes que en los Países Bajos a los que actualmente suele denominarse "El país de los tulipanes".
En medio del Jardín Real, el soberano Fernando I de Habsburgo mandó a construir un palacete, conocido hoy bajo el nombre de Palacete Real de la Reina Ana. La reina Ana fue la esposa de Fernando I de Habsburgo y, según revelan varias fuentes históricas, el soberano la amaba muchísimo. Tanto, que mandó crear para ella el Jardín Real y construir el palacete, al que los checos también suelen llamar Belveder, del italiano, que traducido libremente significa "hermosa vista".
El Palacete Real de la Reina Ana es una hermosa obra en estilo renacimiento, del arquitecto italiano, Paolo della Stella, quien la inició en 1538. Los trabajos fueron finalizados en 1563 por Bonifác Wohlmut, conocido sobre todo como autor del techo en forma de un barco volcado. Esa extrana forma del techo estaba en aquél entonces muy de moda en Francia y el soberano, o mejor dicho, su amada esposa, deseaba tener en Praga algo similar.
Lo cierto es que la reina Ana no alcanzó a deleitarse con la belleza del palacete y del jardín adyacente, ya que falleció en 1547, durante el parto de su décimo quinto hijo.
Pero, volvamos todavía al jardín del Palacete Real, ya que hablando del mismo, no podemos dejar de mencionar la llamada "Fuente Cantarina" situada en el jardín justamente frente al palacete. Es de bronce, pesa 84 kilos y fue realizada entre los años 1554 y 1559 por el maestro fundidor Tomá Jaros, en base al proyecto del escultor Francesco Terzia.
La fuente debe su nombre al sonido que sale de la misma cuando las gotas de agua van cayendo en sus pilas. Según una antigua leyenda checa, la melodía que se escucha de la fuente es una silenciosa canción que interpreta una náyade, encerrada en el bronce de la fuente.
Y fue muy cerca del Jardín Real donde en el siglo XVI existió el primer parque zoológico de Praga, creado por otro soberano de la Casa de Habsburgo, Rodolfo II.
Un capítulo aparte son los jardines que se extienden en la zona sur del Castillo de Praga. La mayoría de ellos fueron creados en una de las pendientes de la colina sobre la que se yergue el castillo. Tienen forma de terrazas, desde las cuales hay una magnífica vista panorámica a la ciudad.
En el Medioevo, en el lugar donde hoy se encuentran esos jardines, había fortificaciones que formaban parte del sistema defensivo del castillo. Poco a poco las mismas fueron perdiendo su significado y los terrenos los fueron adquiriendo familias de nobles y burgueses que habían construido sus palacios en la zona y que, de acuerdo con la moda de entonces, deseaban tener un jardín junto a su palacio.
El mayor florecimiento de esos jardines se registró en la era barroca, en el siglo 18, cuando estaba de moda decorar los jardines con fuentes y esculturas. Se acostumbraba también construir jardines en forma de terrazas.
Todo esto se aprovechó en la zona del castillo, donde en los jardines fueron apareciendo escaleras de piedra que unían entre sí no sólo las terrazas verdes, sino también los diferentes jardines. De este modo surgió un maravilloso complejo de jardines al pie del Castillo de Praga que documenta la aplicación del arte barroco en ellos.
Por mucho tiempo esta área permaneció cerrada, encontrándose los jardines en muy mal estado: llenos de maleza y con las decoraciones arquitectónicas en ruina. En el año 1989 se procedió finalmente a una amplia reconstrucción de la zona.
Los trabajos culminaron el año pasado, siendo abiertos al público todos los jardines que forman el complejo: el de Fürstenberk, Kolowrat, Pálffy y Ledeburk.
Devolverles su aspecto original se hizo posible no sólo gracias al trabajo de arquitectos, jardineros y otros especialistas, sino también y muy en especial, a las donaciones financieras de varios fondos y personas. En este aspecto cabe destacar la gentil ayuda brindada por el príncipe Carlos de Gales a través del Fondo para el Salvamento de los Monumentos Histórico- Culturales.